viernes, 4 de diciembre de 2020

Hermafroditas.

Si me silban me giro y voy a ver quién ha sido porque nunca se sabe dónde puede aparecer el futuro padre del bisnieto de mi abuela. Y ésta mañana me han silbado y me he asomado al balcón: - Era el viento. 

Al verme me ha levantado en vilo y zarandeándome de acá para allá, como una hoja en la tormenta, he recorrido el barrio entero. Al principio estaba un poco asustada pero me he dicho: - Si Supermán puede, yo también. - Y sin ponerme las bragas por fuera.

Entre torbellinos, subidas y bajadas bruscas, he disfrutado del paisaje. La gente corría, como hormiguitas, a esconderse de los embates del viento enfurecido. 

Pasamos junto a la iglesia y me encontré con Teresina, una conocida, a la que el viento había estampado contra el campanario. - ¿Qué haces ahí? - Estoy de Santa Ana. - ¿No eres atea total? - ¿Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino? - Cualquiera sabe ¿Estás a gusto? - Lo estaría si no fuera por las campanas. - Lo comprendo... - Pero como nunca me acostaré sin saber una cosa más, he descubierto que son hermafroditas. - ¡¿Qué me dices?! - Menudo badajo tienen. 

Una nueva ráfaga se me llevó. - ¡Adiós, Teresinaaaaaaaaaaa! - ¡Que soy Santa Ana, coñeeeeeee!

Ahora estoy en casa. El viento ha sido tan amable de dejarme caer en el balcón. No ha calculado bien la altura, tampoco voy a pedirle peras al olmo. Me han escayolado la pierna izquierda porque la derecha ya me la escayolaron hace años y no quiero que surjan envidias entre ellas.


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