miércoles, 16 de diciembre de 2020

Componiendo la mesa de Noche Buena.

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Nena, en Noche Buena cenaré con mis compañeros de trapicheo. - Usted sabrá. - ¿Lo dices por la tercera ola? Somos convivientes todas las noches.

 - Fíjate (dijo abriendo su enorme bolso) he cogido cabos de velas de las iglesias que "límpio" para adornar la mesa esa noche. - ¿Y esas velas nuevas que asoman por aquí, las ha encontrado en la calle? - Son para trapichear... ¿Cómo quiéres que llegue a fin de mes si no?

Mi primer abuelito, viéndome enfadada, desenroscó una bombilla de la lámpara del comedor y se la tiró a la Cotilla. - ¿Tampoco sabes poner una bombilla, boba de Coria? (me dijo la pardala)

Llamó la abuela: - "Nena, que estas Navidades comeremos solos Andresito, su madre la Momia, los cubanitos culito-respingones, Geooooorge y yo en la Torre del Paseo Marítimo. - Pero... - "Es por lo de la tercera ola de la Pandemia. ¡Hasta luego, cocodrilo!"

Mi primera reacción fue de estupor pero, poco a poco, la idea de cenar sola en tan señalada fiesta, me pareció un lujazo. Pensé que era un buen motivo para brindar y fui a por el chinchón. 

Pascualita, asomada al borde del acuario estiró hacia mi los bracitos. - Mira, ya somos dos. - Y compartimos el brindis. El abuelito se balanceó en la lámpara, encendiendo y apagando la luz. - ¡Tu también estás invitado! La bola de polvo rodó hasta mis pies y se subió a mi falda. - ¿Quiéres hacerme compañía esa noche ¿y dónde te pondrás el rímel? - Salió disparada hacia arriba y poco después llevaba puestos sus encantadores ojitos y el abuelito, para no ir sin, se colocó mis gafas de sol. - ¡Estás chulísimo!

Desde la cocina salió un OOOOOOOOOOOOOOO en plan pregunta. - ¡Sí, Pepe, habrá un sitio para ti! - La rama del árbol empujó los cristales del balcón abriendo la puerta de par en par. - ¡Hey, que hace frío! - ¿Habrá canelones en tu cena? (la boca pintada y profunda del árbol de la calle acarició mi oreja) - Creo que tengo una lata en la despensa. - ¡Me apunto! - Un vozarrón que venía de la calle, cantó ¡Ande, ande, ande, la marimorena...! - ¿Pavarotti? (pregunté sorprendida) - Solo soy una voz. - El contenedor inteligente, de basura, abría y cerraba su tapa. - ¡Estás invitado! - La boca del árbol suspiró: - Ayyyy, seremos como la Caballé y Fredy Mercuri ¡que noche vamos a pasar! - Solo que el contenedor no podrá subir a casa porque seríamos siete. - Me conformo con cantar (dijo risueño)

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