miércoles, 23 de diciembre de 2020

Ensayando.

 He comprado una zambomba para acompañar los villancicos que cantaré mañana. También polvorones. Los cantaré a dúo con el árbol de la calle que es un artista consumado, por eso he decidido ensayar para no hacer el ridículo ante todo el barrio y que las canciones me salgan perfectas. 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Se puede saber por qué llamas a la lluvia en vísperas de fiestas, so cenizo? - Que Santa Lucía le conserve la vista, Cotilla, porque el oído lo tiene perdido. Son los villancicos clásicos de toda la vida.

Esta mujer siempre me saca de quicio. - Que más quisiera usted que cantar como yo. - En tiempo de sequía sí. Buenos dineritos me pagarían los agricultores. Por cierto ¿dónde está el chinchón? ¡Anda, polvorones! - Y sin encomendarse a Dios ni al Diablo, cogió la bolsa y la botella y sentándose a la mesa del comedor se puso a comer somo si no hubiera un mañana.

No me quedó más remedio que coger polvorones y comerlos antes de que la Cotilla se los acabara,  mientras seguía ensayando: - ¡¡¡Veinticinco de Diciembre ¡¡¡FUM, FUM, FUM!!! 

- ¡Calla de una vez, boba de Coria, que me estás duchando! - Todo lo que había a mi alrededor, acuario de Pascualita incluído, quedó sembrado de cachitos de polvorones que se escaparon de mi boca con el Fum, fum fum. El resto lo tenía pegado al paladar y a punto estuve de ahogarme. Menos mal que la botella de chinchón estaba a mano. - ¡Eh, deja algo para mi, egoísta!

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