jueves, 24 de diciembre de 2020

Nochebuena.

 - Bueno, ha llegado Nochebuena y, por primera vez cenaré solita... ¡Yupiiiiiiiiiii! Comeré lo que quiera, repetiré si tengo ganas, cantaré villancicos a voz en grito, veré lo que se me antoje en la tele y me iré a dormir cuando me de la real gana.

- Va a ser la repanocha. Una sensación nueva. ¡Libertad a tutiplen! Podría aprovechar e invitar al bombero más cachas del calendario, o a... Ay, no que no son convivientes míos, ojalá. Vaya hombre, en éste caso me quedan pocas opciones... Bedulio. Tampoco. El señor Li tampoco... Los abuelitos estarán en su Torre del Paseo Marítimo con la Momia y sus cubanitos culito-respingones... ¿Y yo?

Un chapoteo me sacó del ensimismamiento en el que había caído. ¡Claro, Pascualita! Menos mal que compré una caja de gambón en el Mercadona y le pondré algunas para cenar y va que chuta.

Preparé un buen caldo para varios días absorta en mis pensamientos, por eso me sobresalté cuando escuché: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¿qué cenaremos hoy, boba de Coria? - Usted sabrá lo que dan hoy en el comedor social.

Huy, no voy a ir porque hay que estar en casa a las diez y eso, en Nochebuena, es muy pronto. - Aquí no puede quedarse. Váyase a su piso, Cotilla, que ya no la conocerá. - Me quedo contigo, que para eso somos CONVIVIENTES ¿o no duermo aquí todas las noches cuando vuelvo del trapicheo?

- ¿Alguien duda de mi mala suerte?

Empecé a preparar la cena. Saqué botes, cajas y tarrinas para tenerlo todo al alcance de la mano. Herví huevos, mezclé ingredientes, preparé la pastita para hacer un kilo de gambón con gabardina pero... Pascualita solo había dejado media docena de ellos. 

Saqué toda mi rabia fuera y agarré  por los pelo-algas a la medio sardina, hice un molinete y la lancé por la ventana de la cocina como si del mismísimo coronavirus se tratara, estampándola contra el árbol de la calle que empezó a cantar villancicos con toda la potencia de su voz, pensando que le había dado la señal de arrancar. Mi primer abuelito, vestido con un sudario nuevo, voló, cual ángel anunciador, dando vueltas por el comedor. - ¡Te faltan las alas! (le grité) - Y cogió dos servilletas rojas, sujetándo cada una con un sobaco. Así quedaba más aparente.

Pepe, con una trompeta de cartón metida en la boca, pitaba y decía OOOOOOOO al mismo tiempo. La única que se fue a dormir pronto fue Pascualita, harta de gambón.

La Cotilla y yo, sentadas a la mesa del comedor, con la flor de Navidad presidiéndola, no veía pero notaba, los vuelos del abuelito. - En este piso hay una corriente de aire que va y viene. A lo que yo añadí: ¡¡¡ESTA NOCHE ES NOCHEBUENA Y MAÑANA NAVIDAAAAAD, SACA LA BOTA MARIA QUE ME VOY A EMBORRACHAAAAAAAR!!! - ¡Eso, saca el chinchón y brindemos por todos los amigos y amigas de los relatos de Pascualita y su loca familia. Que pasen unas fiestas diferentes pero con salud. Mucha salud. Los besos y abrazos llegarán más pronto que tarde. ¡Un beso (con mascarilla) a tod@s.


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