sábado, 26 de diciembre de 2020

Aaaayyyyy, Cotilla.

 A pesar de ser Navidad, la Cotilla no ha parado de darme la lata hasta que me he levantado de la cama más enfadada que un mono. - ¡¿Pero que le pasa?! Es fiesta, está todo cerrado ¿por qué no me deja dormir, pesada?

- ¿Vas a desayunar? - Naturalmente. - Vale , pero no te duermas en los laureles. - ¿Quiére que me atragante? ¿Por qué no se va a trapichear y me deja en paz? - Porque no hay nadie en las calles... - ¡Por fin lo entiende! Hale, me voy a la piltra a seguir durmiendo.

La Cotilla empezó a respirar fuerte y entrecortado mientras exclamaba: - Aaaayyyy, me muerooooo... - ¿En Navidad y en mi casa, ni hablar? solo faltaría esto (dije). - Lo vas a conseguir con tu pachorra... ¡Aaaaayyyy, Señor, lo que tengo que aguantar!

Por otro lado, Pascualita estaba de uñas porque seguía en el acuario y ella está acostumbrada a ir a desayunar a la cocina pero, estaba la Cotilla allí. Histérica perdida, se entretuvo dando salos mortales y llenando de agua el suelo del comedor. - Nena, ¿no oyes chapoteos? - Eso es la cisterna del váter que no va bien.

Mientras tanto llegó mi primer abuelito en plan gracioso y empezó a dar vueltas al rededor de la lámpara del comedor. Para dar más énfasis al vuelo se colocó las servilletas rojas, imitando unas alas, bajo los sobacos. En un momento la lámpara se columpiaba hasta dar golpes en el techo, al ir y al volver de su vaivén.

Era lo que me faltaba para que mis nervios terminaran de tensarse como cuerdas de violín. Le di un empujón a la Cotilla que, boquiabierta, miraba el frenesí de la lámpara: - ¡Vámonos, Cotilla! 

Al llegar a la calle me di cuenta de que iba en pijama, bata y pantuflas pero ya no quise subir. Entonces la Cotilla, tiró de mi brazo... hasta que llegamos al cuartel de los Municipales. La vecina empujó la puerta con brío, se plantó delante del guardia del mostrador y gritó: - ¡Venimos a cobrar la comisión! - y se quedó tan ancha. Poco después salíamos de allí con cajas destempladas.

- No las encierro porque es Navidad. Hay que tener cuajo para venir a pedir una comisión por las multas que se pusieron ayer bajo su casa. ¡Hay que tener narices! ¡¡¡FUERAAAAAAAAAAAAAA!!! - gritó, fuera de sí, el Jefe de los guardias.



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