domingo, 13 de diciembre de 2020

¡La bisnieta!

 - "Nena, llega la Navidad así que ya sabes..." - La abuela me ha llamado cuando todavía no habían puesto las calles, para recordarme una tradición navideña, aunque, con el sueño que tenía, no sabía de qué hablaba.

- "¡De qué va a ser! De la limpieza general de la casa" - Puedes mandarme a Geoooorge, gracias... zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz

Hasta que me espabiló no paró de darme la tabarra, luego pasé el resto de la noche con los ojos como platos. Después de desayunar me encontré más animada. Recordé algunas de las sorpresas que me han deparado las limpiezas generales. Por ejemplo: mi vestido de comunión. Desaparecido durante años, creía que la abuela lo había regalado pero no. Apareció en la despensa, tras los botes de tomate triturado que la abuela hace cada año y añade a los que ya hay.

Llevaba unas cuantas horas limpiando, viendo la tele con un chinchón on thr rocks, vuelta a limpiar, vuelta al chinchón..., cuando me agaché a mirar bajo la cama y algo llamó mi atención. Unos ojillos brillaban en la oscuridad.- ¡Una rata! (grité) 

Los ojitos se fueron acercando mi  y ya iba a darles un escobazo cuando escuché claramente: - ¡MAMÁ!

Hasta Pascualia, subida en mi cama, prestó atención. - ¿Lo has oído? - La sirena hizo la señal de OK con sus deditos. Corrí al teléfono. - ¡¡¡Geoooorge, que se ponga la abuela, por tus muertos!!! - "Hola..." - ¡Ya tienes bisnieta! - "Has bebido?" - ¡Y me ha llamado Mamá! - "¿La botella?"

Sin más explicaciones colgué el teléfono y corrí en pos de mi hija. La recogí del suelo y la examiné atentamente. Era la bola de polvo más encantadora que se haya visto jamás. -  Pascualita, ¿qué te parece? - La arrancó de mis manos y le arreó tal mordisco que casi le cuesta un diente porque ¡era de polvo! 

Cuando los pitos de los coches anunciaron la llegada de la abuela corrí hacia el rellano. - ¡Mira, tu bisnieta! - Se la acerqué a la cara sin acordarme de su asma y la mujer estornudó una y otra vez hasta que la bola de polvo se deshizo en el aire. 

Más tarde, mi primer abuelito llevaba puestos aquellos ojitos encantadores mientras se columpiaba en la lámpara del comedor.

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