viernes, 6 de abril de 2012

Toda la tarde tirados en el sofá da para mucho: siestas, una miradita a la tele, conversaciones idiotas, cafés, copitas de chinchón, otra mirada a la tele. La digestión del potaje de Semana Santa ha sido fructífero.

A mediodía la mesa  se ha llenado, amén del potaje, de rosquillas, torrijas, crespells, helado. Toda una serie de cosas ricas que se agarran fuertemente al riñón y dejan en prenda hermosos michelines. O sea que la penitencia empieza, para muchos, después de las fiestas. Hemos hablado de lo contentos que deben estar los dueños de los gimnasios ya que la temporada de playa está a la vuelta de la esquina y todas y todos, queremos que los bikinis y bañadores nos sienten como a los modelos que los lucen en las revistas - "Estaría dispuesta a ir descalza en la procesión si supiera que iba a quedarme así" - Abuela, jajajaja... también te harían falta unas visitas a Lourdes y Fátima y aún así, dudo que se obrara el milagro - " Vamos a ver, Andresito ¿tan mal estoy?" - Estás divina, cariño - "Gracias, guapo. Y más que lo estaré cuando estemos en Londres y vayamos a ver a la Reina con mi minifalda años sesenta que guardo desde entonces" - ¿Vas a tomar el té de las 5 con ella? -  saltó la Cotilla - "¡Claro! Si una tiene las piernas bonitas como las de una servidora, tiene la obligación de lucirlas" - Me refiero a la Reina - "No creo. Nunca la he visto con ella" - Tendrás que practicar con el dedo meñique para que se te quede tieso cuando levantes la taza, eso hace muy fino - ¿De qué están hablando estas dos? - preguntó Blas.

Pascualita estaba aburrido y enfadada. Habíamos pasado de ella porque había mucha gente en casa y no queríamos exponerla a ningún peligro. Estaba en la pecera, sobre el cantarano de mi cuarto. De vez en cuando iba a verla, entonces se subía de un salto al borde y desde allí me miraba fijamente, como si quisiera decirme ¡sácame de aquí!. Una de éstas veces el Médico me siguió y se coló en la habitación. No me di cuenta y  por eso me asusté cuando me agarró de la cintura. Pascualita ya estaba en su atalaya y el bobo de Coria podía descubrirla. Instintivamente, tiré una rebeca que tenía a mano y cubrí la pecera, se oyó un ¡chof! La sirena se había caído al agua.

Discutí con mi pretendiente.- No te enfades, nena que tengo una sorpresa ¡Mira! dos pasajes para Londres. Vamos a ir con mi padre y tu abuela - ¡¡¡Qué!!! Ni loca. Vete con tu enfermera - Pero, cariño. Pensé que te haría ilusión - ¡He dicho que no voy y punto! - Tienes un genio tan arrebatador que me pone a cien - Se abalanzó sobre mi con la intención de besarme (creo) pero, entre la patada que le arreé y el chorrito de agua que le tiró Pascualita a los ojos, lo dejamos inoperante.

La sirena había vuelto a subirse al borde de la pecera y logró asomar la cabeza entre los pliegues de la rebeca. Debió pensar que el Médico me atacaba y ella también atacó. ¡Que gritos daba el pobre! Un poco exagerados porque a él le gusta el dolor... Como no paraba me preocupé. Al final, por su culpa, descubrirían a la sirena. Me asomé al pasillo y grité - ¡Abuela! trae dos copitas y el chinchón! - "¿Vais a celebrar algo?" - ¡No diría yo que no! - "¡Ay, Andresito, que los niños se nos casan!" - Y en tropel, entraron todos en mi cuarto. "Mira como llora tu hijo. Está emocionado el pobre" - La Cotilla no perdió el tiempo y acercándose a Blas le puso ojos de borrego a medio degollar y le dijo - Los próximos seremos nosotros, cuchi cuchi - Al pobre tuvimos que darle ración doble de chinchón.


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