domingo, 16 de febrero de 2014

La abuela ha venido a casa seguida de Geoooooooorge cargado con una cesta con ensaimadas. Me desperté de golpe al oír voces en casa cuando lo que correspondía, sobre todo a esas horas, es que hubiera un silencio sepulcral.

En la cocina encontré a la abuela, la Cotilla y el mayordomo desayunando juntos mientras Pepe-Crisogono permanecía cerca del inglés que no dejaba de acariciarlo. - ¿Tiene que estar tocando al muerto mientras come? (protestó la Cotilla) - "Aún está conmocionado por haber encontrado a su pariente. Ya se le pasará" - Creía que los ingleses eran más inteligentes... como hablan raro. Pero veo que no. - "En todas partes cuecen habas, pero el periódico lo plancha como nadie" - Es que eso no se le ocurre ni al que asó la manteca. - "Huy, que no. Como se nota que solo los usas para ponerlos en suelo cuando lo has fregado"

- Tomáis mi casa al asalto y no sois capaces de invitarme a desayunar. - "Llegas a tiempo, queda una ensaimada." - ¿Y todas esas que hay en el plato? - Las que sobren me las llevaré yo que para eso soy una pobre jubilada sin lupa para ver la "subida" que me ha hecho la ministra. - ¡Ya está la egoísta! Tendría que echaros a patadas a las dos ¡¿Cuándo pensabas contarme que no puedes entrar en Roma, abuela? - Pensé que se asombraría, se avergonzaría, lo negaría y todo lo terminado en "ría", pero no. Se quedó tan pancha y siguió comiendo - ¿No me lo vas a contar? - "¿Mientras como? No" - ¿Y después? - "Tampoco"

Andresito vino a comer. La abuela había hecho fabada y no se pudo resistir a pesar de que aún estaban de morros por lo del anillo de SanValentín. Un anillo que, por cierto, seguía llevando. Cuando nos sentamos a la mesa ella no lo hizo en su sitio habitual sino donde daba el sol y se entretuvo en dirigir los destellos del diamante a los ojos de su señor marido que, al final, ya no sabía ni lo que comía.

Aquella conducta de la abuela me sublevó y me dispuse a empezar una guerra en la que ella saliera perdiendo. - Abuelito... ¿te ha contado tu mujer que no puede entrar en Roma? - ¿Qué Roma? (dijo, parpadeando) - ¿Cuántas Romas hay, según tú? (le pregunté, sorprendida) - Bastantes tiendas llevan ese nombre. (la abuela seguía con su jueguecito) - La genuina. Donde está el Papa. - ¿Y para qué va a entrar? - "¡Eso digo yo! jajajajajaja" - Viendo que no me hacía ni caso, contraataqué fuerte. - ¡Le robó los zapatos al Papa! - ¿A Francisco? - No. A Pío. - Entonces la abuela dijo riendo - "¡Pío, pío, pío, pío jajajajaja ¿Dónde está mi pajarito cantoooooooor? Pío, pio!" - ¡Deseando meterse en tu jaulitaaaaaaaaaaaaa! jajajajaja. - ¿Pero..., pero..., - La Cotilla, que ya iba por el tercer plato de fabada, dijo - Lo ha hipnotizado con el diamante, la jodía.

No se quedaron ni a tomar el café. Geoooooorge les siguió después de dejar la cocina recogida. La Cotilla y yo, sentadas frente al televisor, con sendas mantas por encima, apurábamos las copas de chinchón. - ¿Tienes que tener las ventanas abiertas con el frío que hace? - Prefiero morir helada que gaseada.

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