martes, 15 de julio de 2014

Desde que ha probado la carne de nalga la sirena no quiere otra. Nos ha salido sibarita la sardina ésta. Tengo que ir con mucho cuidado de no darle la espalda porque ya me ha saltado tres veces a la grupa. Menos mal que he reaccionado con rapidez y la he mandado  tomar viento de un manotazo certero.

A base de sopapos, Pascualita terminará  "visitando" todos los muebles de casa. Hace un rato he ido a sentarme en el sofá y allí estaba ella, medio escondida entre los cojines, con la boca abierta esperando que me sentara sobre ella. Suerte que la he visto y he usado el Hola como si fuese un bate de béisbol, para mandarla hasta el altar de Luis Bárcenas. Y por poco se quema porque la fanática de la Cotilla le tiene puesta una vela encendida todo el día. No quiere que le falte luz a su gurú y menos desde que se ha enterado que tuvo tratos con la Camorra - Como vea el altar sin las velas encendidas avisaré a los compinches de mi héroe para que vengan a hacerte una visita... Y no será agradable jejejejejeje (mostraba el colmillo cuando reía amenazadora) - ¡La tía me amenaza en MI casa! Tendría que haberla sacado a patadas pero... ¿y si es verdad que me manda unos mafiosos? Prefiero no arriesgarme y tener la vela encendida. Al fin y al cabo es ella quien las trae.

Pero Pascualita, que no entiende de gurús, Bárcenas, mafia y chorizos varios, no respetó el altar y acabó con él en un momento presa de rabia y frustración. Se comió hasta las velas a medio consumir pero, lo peor de todo es que también se ha comido el retrato de Bárcenas... Y no le sentó mal porque luego eructó con gran potencia.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Estos días vuelven a hablar en la televisión del gran Bárcenas, maestro de maestros y vengo a traer más cabos de vela para que nunca le falte luz a su altar. - ¡Que inoportuna es usted! - ¿A qué viene eso? ... ¿Se te ha olvidado encenderle  una vela a su Eminencia? - ¿Al Papa? ¿Al alemán? - ¡Que cruz tengo contigo! - La Cotilla fue directa al altar del Repartidos de sobres y casi se desmaya al verlo arrasado. - ¡Pero... pero... pero ...¿dónde está su fotooooooooo? ¡Aaaayyyyyyyyy que me da el telele! - Siéntese y le daré un chinchón. - ¡Nooooooooooooo! Tengo que arreglar ésto... bueno, trae la botella ¡Aaaaaaaaaayyyyyyyyyyyy que disgusto! Pero esta afrenta no quedará así. Se enterará la Camorra y vas a saber lo que vale un peine. - ¡Oiga, que yo no he hecho nada! - ¡Habrá sido el puñetero de tu abuelito ¿no?! (y se sentó en la silla sobre la que había resbalado la sirena después del desaguisado)

El ataque fue fulminante. Pascualita cerró su dentadura de tiburón en las flácidas nalgas de la Cotilla y no se soltó  pesar de mis tirones. Cuando lo conseguí, la vecina gritaba como si le fuera la vida en ello, el vecino de arriba golpeaba el suelo con la escoba, yo le di un tiento a la botella de chinchón antes de pasársela a la Cotilla y Pascualita no se quejó cuando la lancé por los aires y cayó dentro del jarrón chino porque iba masticando un pedacito de su comida favorita: culo.

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