jueves, 24 de julio de 2014

Desde que vamos con Andresito dormimos todas las noches en las mejores fondas, pensiones u hoteles que encontramos. Al principio fui reacia a ello pero luego pensé que lo importante era hacer el Camino, sobre dónde dormir no he oído nada. Lo malo es que tengo que hacerlo con la Cotilla - ¿Por qué no puedo dormir con Geooooorge que está solo? (protesté) - Porque estaría mal visto (mi abuelito es mucho de guardar las formas) - ¿Por quién? - ¡Por mí, naturalmente! - ¡Y por mí! (saltó la Cotilla) Si alguien tiene que dormir con el inglés soy yo que soy la mayor. - Geooooorge zanjó la discusión - Mi dormir con conserje de hotel. Estar buenísimou...

Después de desayunar opíparamente, subimos al rolls royce y nos dedicamos a ampliar caminos y senderos. También llenamos de polvo y tierra a los peregrinos que encontramos por esos andurriales. Entonces nos saludan en todos los idiomas de la Tierra y acaban acordándose de nuestras familias. Nunca pensé que fuéramos tan conocidos.

En uno de los pueblos a los que llegamos encontramos la iglesia abierta y al cura despierto. Y nos dio un rapapolvo de tres pares de narices porque íbamos en el rolls royce. - "No se enfade, padre (dijo la abuela) No somos los únicos pero, seguramente, sí los últimos. Los demás ya deben estar en casa de Santiago. Nosotros es que venimos de Mallorca y nos pilla lejos" - El cura, que por lo visto se había levantado con el pie izquierdo, nos echó de allí con cajas destempladas cuando la Cotilla le afeó que no nos invitara a unas copitas de vino de misa. - ¡Menudo anfitrión está usted hecho!

En un restaurante nos enteramos de que, en un punto del camino, encontraríamos una cruz bajo la que los peregrinos dejan una piedra de su tierra. - "¡Vaya! ¿Alguien sabía esto?... Nosotros no podremos dejar nada" - ¡Claro que sí! (dijo la Cotilla, encantada de que le prestáramos atención) Llevo unos paquetes de galletas de Inca que cogí del contenedor del súper... Están duras como piedras. Harán el mismo avío y encima haremos País. - La abuela sacó la botella de chinchón y bebimos a morro para celebrar la idea. Pascualita también recibió su parte cuando eché un chorrito en la garrafa de agua mar donde nadaba


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