domingo, 25 de junio de 2017

Pascualita se cabrea.

Andresito no levanta cabeza. Cada vez está más avergonzado de sus compañeros de partido. Yo le digo que se borre y viva tranquilo pero me replica que hay que tener amigos hasta en el infierno por si un día las cosas vienen mal dadas. - ¿Peor, abuelito? -

Le enseñé un periódico donde se cuenta una especie de novela negra, pero que muy negra: drogas, policías corruptos, sobres con dinero para sobornos, prostitutas, algunas a la fuerza, palizas, lupanares, reyes de la noche y sobre todo, nombres de los beneficiados en todo ésto y se echó las manos a la cabeza. - ¿Es el guión de una película? - Supongo que,con el tiempo, lo será. - ¡Mira que nombres han puesto. Los demandarán! - ¡Que va, hombre! Es una crónica periodística muy sabrosa. - ¿Es todo verdad? - Eso parece. - Y empezó a lamentarse amargamente y así lleva dos días. La abuela ya no le aguanta más y se ha venido a mi casa. - "Prefiero estar aquí, aunque tenga que hacer caracoles todos los días para mi primer marido." - Claro que no los hizo mucho tiempo porque enseñó a Geoooorge a prepararlos y no le quedaban mal.

Ahora quién no aguanta en casa soy yo. Con el termo de los chinos colgando del cuello y Pascualita metida en él con calzador, hemos ido a la playa.

Hemos disfrutado de un buen baño las dos. Ella iba dentro de la bola de rejilla de acero a la que, por mucho que muerda, no puede romper.

El agua estaba muy buena y cuando he pensado en salir un rato a la arena, estaba arrugadísima. A la sirena se la veía contenta y hemos seguido dentro un rato más. De repente se ha puesto tiesa, como si le hubiese dado un aire. - ¿Qué te pasa, bicho?... ¿no habrás visto una medusa? ¡¿Hay una medusa!? -

Tiré de la cadenita de la bola para salir corriendo pero di un respingo cuando la media sardina se abalanzó contra la bola con la dentadura por delante.- ¡No voy a dejar que comas esa porquería! ¡Nos vamos a casa! - El ataque de Pascualita contra lo que fuera, porque yo no había visto nada, era salvaje. Insistía una y otra vez en darse porrazos contra la bola. - ¡Ya está bien!

Sentí un escalofrío en la espalda... como si alguien me mirara. Me giré dispuesta a encararme con el chulito de turno pero lo que vi me puso los pelos de punta. A unos dos metros de mi había un tiburón de diez metros de largo y cinco de ancho (así lo vi yo)  que se acercaba lentamente. En cambio, yo corría como una loca, gritando, cayéndome de bruces al agua hasta que salí gateando sobre la arena. El animal pasó rozando la orilla de la playa, dio un giro y se perdió mar adentro. Pascualita seguía fuera de si y tuve que poner la toalla sobre la bola para que nadie la viera.

¿Comerán tiburones las sirenas? La locura que le dio cuando lo vio no es normal. ¿Acaso los tiburones son sus enemigos naturales y ella quiso defender su hábitat? Supongo que será algo de esto y al no poder hacer nada cogió un cabreo de narices que aún le dura.

Tuve que ponerme el guante de acero para meterla en el acuario cogiéndola por la cola porque se revolvía contra mi la jodía. Ahora está más sosegada ¡Menudo día de playa me ha dado! Me parece que la próxima vez tendrá que llevarla su tía la del pueblo porque lo que es yo no... ¡¡¡La madre que la parió!!! - Con su excelente puntería hizo diana en mis ojos lanzándome sendos chorritos de agua envenenada en cada uno... Después de beberme me... ¡hip!... media botella de... ¡hip!... chinchón, voy a apuntarme a ... ¡hip!... la Once a vender... ¡hip! ... cupones... Aaaaaayyyyyyyyy....

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