sábado, 2 de noviembre de 2013

Me salió cara la broma que les hice a la abuela y a la Cotilla. Cuando despertaron de la siesta sus caras fueron un poema al verse con la flor en el regazo y rodeadas de velones encendidos. Para dar verosimilitud a la escena, hice como que rezaba el rosario entre hipos y llantos - "¡¿Qué pasa aquí?!" - se sorprendió la abuela. La Cotilla saltó del sofá como si la estuvieran pinchando. Y eso fue todo. Quedé algo defraudada porque esperaba más reacciones. Estas vinieron con retraso. Una hora y media después, cuando la abuela se disponía a salir hacia El Funeral. Se acercaron a mi sin que me diera cuenta y entonces, ¡zas! Recibí, a la vez, una patada en la espinilla con la puntera metálica de las botas de la abuela y un capón en todo lo alto de la coronilla, de parte de la Cotilla. Todavía estoy coja y me duele la cabeza.

Apenas he podido dormir de dolor. Pero en cuanto me he traspuesto, el frío de la muerte ha corrido por mi garganta. Aterrorizada, me he sentado en la cama y ha sido entonces cuando me ha caído el chaparrón. ¡Un cubo de agua helada se ha derramado sobre mí! He saltado de la cama a la pata coja, gritando como una posesa - ¡¡¡Abuelaaaaaaaaaaa, me ataca el abuelitooooooooo!!!

Me he ido a dormir al sofá dejando la luz de la salita encendida - "¿Te han subido el sueldo para derrochar de ésta manera?" - La abuela ha aparecido de repente y mi sensible corazón ha estado a punto de desbocarse del susto. - ¡No apagues, por favor! - Naturalmente, no me ha echo caso... Cuando he oído que arrastraban las sillas del comedor, me he levantado corriendo a encender la luz otra vez y al volver al cobijo del sofá, he oído: - Schiiiiist... - Me he girado, con el miedo en el cuerpo y los pelos como escarpias. En ese momento, un pequeño fantasma, ha venido volando hasta mí. - ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh!!!

Me ha despertado la sirena de la ambulancia que me llevaba a la clínica. A mi lado estaba el Municipal, muy serio - ¿Y... y mi abuela? - pregunté con hilo de voz. - Se ha quedado en casa con un ataque de risa... por los nervios, supongo. - ¿Qué me ha pasado? - Creen que tienes un infarto.

La abuela y la Cotilla estaban en la habitación del hospital. - "¡Hemos traído chinchón para celebrar que todo ha ido bien!" - No sé si puedo... - ¡Claro que puedes! jajajajaja Estuviste sembrada. - "Casi me hiciste creer que te ibas al otro barrio. ¡Ay, que risa pasé!" - Es que me iba. - ¡Exagerada! que sosa eres, chica, no sabes aguantar una broma ¡Que cruz tienes con ella! (dijo la Cotilla) - "Sí. De todas maneras, brindemos" - ¿Y yo? (protesté al ver que me excluían) - "Cuando seas madre, ya comerás en cazuela"

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario