viernes, 27 de enero de 2012

Estoy leyendo "El cementerio de los animales" de Stephen King, a escondidas de la abuela. Soy muy miedosa y aún así caigo una y otra vez en las redes del miedo. Me atrae, tanto si son películas como libros y luego pago el pato porque me cuesta dormirme o entrar en sitios oscuros. Si ella se entera de lo que estoy haciendo me pondrá las cosas difíciles para que sienta más miedo aún, por eso me llevo el libro al baño o aprovecho para leerlo mientras está en el Funeral, para que no se entere aunque, he llegado a pensar que tiene un sexto sentido, un radar que le indica que tengo algo de miedo entre las manos.
Esta tarde me ha llamado al trabajo. Lloraba a moco tendido y entre suspiro y suspiro me ha dicho que ha encontrado a Pascualita muerta en el "acuario". He quedado helada. Las muertes súbitas son las más incomprensibles - Pero... ¿estás segura?... ¿Habéis tomado chinchón? ... ¿quizás duerma la mona? ... - "!Que no, que no! ... ¡Ven pronto que no sé lo que tengo que hacer!" - ¿Y qué excusa pongo para que me dejen salir ahora? ¿Qué se ha muerto nuestro pez?... No... ¡Ya está! - Minutos después salía a toda pastilla. Mi jefe y mis compañeros quedaron preocupados No todos los días se le quema la casa a una.
Pascualita flotaba lacia entre dos aguas en el "acuario" - ¡Oh, Dios mío! Que pena... ¿cómo estás, abuela? - "Mal. Ahora que ya la has visto voy a tirarla al wáter..." - ¡No! ¿Pero qué dices? - "¿Y qué quieres que haga... Si pudiéramos revivirla ... ¿Crees que las sirenas se regeneran como hacen las estrellas de mar con sus patas amputadas?" - ¡Yo que sé! - Me di cuenta que estaba llorando como una Magdalena. Jamás pensé que haría algo así cuando Pascualita me mordía o me escupía o se reía de mí. Soy una sensiblera.
Por la noche todo seguía igual - ¿No te acuestas, abuela? - "No. Quiero velarla" - Es lógico que no quisiera separarse de su amiga pero yo tenía que trabajar al día siguiente.
Bien entrada la madrugada sentí un aliento fétido en mi cara, como a ajo, y oí lo que parecía un chirrido. Abrí los ojos temerosa. No se veía nada. De repente un halo verdoso, envolviendo la cara horrible de Pascualita, se encendió a escasos centímetros de mi cara. Solo sus dientes se movían frotándose unos con otros y haciendo el espantoso chirrido a penas audible. Grité con todas mis fuerzas mientras me tapaba la cabeza con las mantas. Estaba sufriendo una pesadilla y un ataque de pánico, todo a la vez - ¡¡¡Abuela, abuela!!! - La puerta se abrió de repente y la abuela, en camisón y alumbrándose la cara desde abajo con una linterna, se acercó a mí como una aparición de ultratumba - ¡¡¡Aaaaaaahhhhhhhh!!! ¡Enciende la luz! ¡¡¡Pascualita está aquí!!! ¡¡¡Es un fantasma!!!
Después de tres tazas de tila con chinchón empecé a ver las cosas más claras. Sobre todo porque la abuela y Pascualita, extrañamente resucitada, se partían de risa. - "¿No querías miedo ¡toma miedo! jajajajaja?" - Temblaba como una hoja en la tormenta y me costaba coordinar las ideas pero ví claro que mi puesto de trabajo peligrará cuando mañana mi jefe me pida explicaciones de por qué no sale nada en la prensa sobre el "espantoso" incendio que me inventé.

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