martes, 31 de enero de 2012

Hay muchas cosas que me sacan de quicio y entre ellas y muy particularmente, el frío, Por eso cuando he llegado a casa y he visto las ventanas abiertas de par en par, me he puesto echa una fúria - ¡Abuela! ¿no has visto la nieve de las montañas? ¡No puedes tener la casa abierta! ¡Hace más frío aquí que en la calle, maldita sea! - "Se tiene que airear" - ¡Para eso bastan cinco minutos! - Cerré y encendí la estufa, mientras, la abuela puso la olla de la sopa en la mesa y me sirvió un plato humeante. Pascualita subió a su atalaya e impulsándose con la cola, cayó sobre la mesa, se arrastró hacia mí y sin que pudiera evitarlo, se sumergió en mi sopa - ¡¡¡Pero... ¿qué haces?!!! - Un presentimiento hizo que metiera la mano en el agua de la bañera rosa, estaba helada. - ¡Este bicho tiene frío!... Anda, pónme otro plato - "¿Qué tiene de malo el que tienes delante?" - Está Pascualita. No piénso comérme esa sopa, seguramente ya estará envenenada - "¡Ya salió doña remilgos! Pues no hay más sopa" - La miré sorprendida - "La que queda no es para tí. Se la dejo a Blas, hoy ha tenido que ir a la cola del paro y vendrá helado" - Yo también lo estoy - miré el interior de la olla - Hay bastante. - "La que sobra está reservada para ..." - y apuntó al techo con el dedo - ¿La Cotilla? ¡Ni hablar! - "¡No seas egoísta. La pobre tiene una pensión muy baja ..." - ¡Y yo tengo frío y hambre! - "Pues cómete tu sopa" - Llamaron a la puerta y la Cotilla entró hasta el comedor como una exhalación - ¡Traigo buenas noticias! Me he comprado un pececito - ¡Vaya, la que no tiene dinero! Ha durado poco el luto por el pobre Ataúlfo. - ¿Se ha tragado un sapo tu nieta? - "No le hagas caso y siéntate. Verás que rica está la sopa" - (¡Pascualita! pensé) pero no la ví - Poco después entró Blas, traía mejor cara y una bandejita de pasteles - ¡Me han dado trabajo para un mes y hay que celebrarlo... ¡Hum, que rica está esta sopa ... ¿Tú no comes?... ¿no? ... Pues me la comeré yo si no te importa. - A éstas alturas de la película ya no me importaba nada. La abuela pasó por mi lado, camino de la cocina y me tocó el brazo - "¡Cógela!" - susurró. Pascualita pasó de su bolsillo al de mi bata, ahí estaría más calentita. En la sobremesa, mientras tomábamos el café, me levanté para coger un trozo de pastel, los habíamos partido para que pareciera que había más. Llevaba una mano en el bolsillo protegiendo a la sirena de posibles golpes pero no me esperaba la confianza que se tomó Blas, alegre por la buena noticia y el chinchón. Con la mano plana me dió un golpe, fuerte y cariñoso, a la altura del bolsillo - ¡¡¡Aaaaaayyyyyy!!! - grité con todas mis fuerzas - "¡Hija, no ha sido para tanto!" - Que cruz tienes con esta nieta - remachó la vecina. Blas, apurado, se asustó - Lo siento mucho - ¡Yo sí que lo sentía! Menudo mordisco acababa de ganarme sin comerlo ni beberlo.

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