martes, 5 de agosto de 2014

He decidido ir a la piscina. Allí puedo nadar tranquila. Cuando la sirena ha visto que preparaba la bolsa de la playa ha saltado del jarrón chino a la mesa de la cocina y ha reptado hasta mí. - Lo siento, guapa (¡que Dios me conserve la vista!) pero no puedes venir. - La cogí y la lancé de vuelta al jarrón. Creo que el lanzamiento de sirena a jarrones chinos debería ser una prueba olímpica. Me estoy convirtiendo en toda una experta. A Pascualita no le hizo ninguna gracia porque me tiró un chorrito de agua envenenada que por poco me da. Esquivar chorritos también debería ser prueba olímpica.

Llevaba media hora nadando a mis anchas cuando algo cayó a mi lado, salpicándome. Del susto tragué una buena bocanada de agua que me hizo toser y boquear. - ¡Menos mal que he ido a tu casa! (gritó la Cotilla al borde de la piscina municipal) ¡Te habías dejado la bolsa de acero encima de la mesa, boba de Coria!

Cuando se me pasaron los espasmos, dije - ¡Deje de gritar que no soy sorda!... ¿Qué dice que me ha traído? - ¡Está como una tapia y no quiere reconocerlo! (le comentó a gritos al socorrista) ¡¡¡La bolsa de malla de acero!!! - ¿Para qué? - ¿Yo qué sé? ¡Como siempre la llevas a la playa! - ¿Dónde está? - ¡Allí abajo! - Metí la cabeza bajo el agua y en el fondo vi la bolsa que se arrastraba penosamente. Y tuve un mal presentimiento - ¡¿La bolsa está vacía?! - ¡Supongo!...

Intenté sumergirme pero solo conseguía sacar el culo fuera del agua.(¡Maldita sea! ¿Cómo se hace esto? pensé) Al final opté por pedirle al socorrista, con educación, que se lanzara él. No le hizo ni pizca de gracia. - Es que están dentro las llaves de casa...  Lo vi dudar - ¡No te preocupes. Yo tengo otras! - Entonces ataqué - ¡Que te metas de una vez, imbécil!

En el lavabo de los vestuarios le hice el boca a boca a Pascualita. ¿Qué había pasado? Y entonces recordé que la bolsa de acero estaba encima de la mesa de la cocina. Seguramente la sirena saltó y se metió dentro.

De camino a casa estuve abroncando a la Cotilla y no me replicó ni una vez. Al final temí haberme pasado y estuve a punto de pedirle perdón pero entonces me di cuenta de que no me estaba escuchando. Y dijo. - He montado de nuevo el altar de los Maestros de lo ajeno. Y he sentido una inspiración divina mientras lo hacía. Así que he mirado si tenías una caja de tampones... Como supiste qué eran y para qué servían cuando encontré aquellos en el Camino de Santiago... - ¿Ha estado rebuscando en los rincones de MI casa? - A ti no te sirven para nada y en cambio a mi sí. Quizás no ahora mismo pero, cuando menos nos lo esperemos, estará aquí el frío. Entonces los empaparé de caldo y me los quitarán de las manos los que buscan en los contenedores con tal de tomar un plato caliente... Creo que pediré 1 euro por cada uno... ¡Y podré llegar a fin de mes!

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