jueves, 11 de mayo de 2017

Amor de madre.

- Nena... ¡Nenaaaaaaaaaaaaaa! - Eh... ¿Hay fuego? - Eso es lo que quiero, fuego. - ¡Bomberos, que vengan los cachas, por Dios! - ¿Dónde tienes el mechero de la cocina? - ¿Cotilla?... ¡¡¡Socorroooooo, quieren pegar fuego a mi casaaaaaaaaaaaaaaa!!! - De un salto me puse de pie en la cama saltando como una posesa - Tengo que encenderle unas velas a la Madre Superiora. - ¡La madre que la trajo! Que susto me ha dado, cretina.

Encima tuve que aguantar una bronca por no poner las cosas en su sitio. - ¡Las pongo donde me da la gana. Es mi casa! - No te pongas chula que no llevas razón. - Y salió camino de la cocina desde donde la oí gritar. - Lo sabía. ¡¡¡Estaba en el congelador!!! - Unos minutos después de la salita salía una iluminaria espectacular.

Corrí hacia allí tropezando contra los muebles, aturdida como éstaba por el violento despertar. - ¡Apague eso ahora mismo! - En vista del caso que me hacía, con un cazo llené un cubo de agua del acuario y en el momento de echarlo sobre las velas encendidas, algo salió disparado yendo a parar a la cara de la Cotilla que, braceando, corría hacia mi para evitar que las apagara.

Por el alarido que salió de su garganta supe que Pascualita la había atacado y quedé paralizada. ¡Por poco hago Pascualita a la barbacoa! y en mi ofuscación, me pregunté: - ¿Qué salsa irá bien con eso?

A la Cotilla le quedó media cara exageradamente hinchada. Pude ver el estropicio que le hizo la sirena cuando, abotargada por el chinchón, dormía a pierna suelta en el sofá de la salita.

En el suelo estaba la foto, mojada, de Marta Ferrusola, la Madre Superiora de una familia numerosa a la que inculcó el trabajo en equipo que tan buen rendimiento les ha dado hasta ahora. Y como toda empresa que se precie, también tenía esa frase genial por la que se matan los publicistas, como: Lejía conejo, lava la señora, lava el caballero. Y el encargado de decirla, para darle más prestancia, era el Padre ¿Prior? Jordi Pujol: ¡Quién me insulta a mi, insulta a Cataluña!... Y se quedó tan ancho.

Entonces lloré un mar de lágrimas porque la vida es muy injusta: Estos dos montaron un convento con sus frailes y sus monjas. Se tienen unos a otros. Irán a la cárcel... creo que deberían ir, por lo menos, y allí se encontrarán todos y volverán a formar una piña, o un convento. En cambio yo, estoy más sola que la una, sin un perrito que me ladre ni cuenta en banco andorrano y con la Cotilla durmiendo la mona. ¿Se puede ser más desgraciada?

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