miércoles, 28 de febrero de 2018

Calor de hogar.

¡No cabemos en casa. Estoy harta de decirlo pero no me escuchan. Se han quedado con la copla del Calor de Hogar dichoso y estamos como sardinas en lata. Además, ya no siento el calor de hogar de las narices, sino el olor a humanidad que invade todos los rincones. Porque no puedo abrir ventana alguna. En seguida alguien grita.: - ¡¡¡NOOOOOOO, QUE SE VA EL CALOR DE HOGAR!!!

Los responsables de que estemos tan estrechos la tiene los cubanitos culito (es un decir) respingones. A la hora de sentarnos a la mesa ocupan tres sillas cada uno. He tenido que emplear la tabla de planchar como asientos. Una vecina me ha prestado las sillas del balcón pero no han cabido en el comedor, así que hemos decidido comer por turnos. Cosa que no ha gustado nada a Geoooorge porque se pasa el día en la cocina y se ha declarado en huelga. Ha echo un cartel, lo ha grapado al palo de la escoba y se pasea por toda la casa anunciando su oposición al trabajo-esclavo. El cartel dice: ¡Mi no ser mujer!

La abuela y yo somos las únicas que sabemos que el volúmen de lo mordido por Pascualita, irá menguando poco a poco. Pero para eso faltan días y yo necesito libertad. Así que esta mañana, sin que me vieran, he salido al balcón, abriéndolo de par en par y he gritado: - ¡¡¡Quiero independencia!!! - a pleno pulmón.

Como por arte de magia, los huéspedes de mi casa, han caído sobre mi, placándome. Después, tirándome de los pies, me han metido dentro en el comedor y han cerrado de golpe la puerta del balcón. Segundos después han llamado, imperiosamente, al timbre. La Momia ha abierto y se ha encontrado con un grupo de antidisturbios. - ¡¡¡¿Quién ha gritado lo que no debería haber gritado?!!!

A la bisabuelastra los ojos le hacían chiribitas ante tanto hombre uniformado y los ha invitado a pasar: - No se irán de aquí sin haber brindado con chinchón. - No podemos. Estamos de servicio. - ¡Tonterías, mi general! - Solo soy sargento, señora. - ¿Qué me dice? Aquí está mi hijo, que pertenece a los que mandan y arreglará este enturto Por cierto... ¿hay algún soltero entre tanto cachas? ¿Sí? Pues hala, brindemos para que lo sean el menor tiempo posible. ¡Nena! Mira que ramillete de posibles futuros padres del bisnieto de tu abuela.

¡Que vergüenza pasé! aunque me duró poco porque el chinchón hizo milagros y esa sensación  desapareció. Como también desapareció la suspicacia, por parte de los antidisturbios, por lo que pudieran llevar escondido en los pantalones, los cubanitos. Pero la Momia estaba sembrada y señaló que todo se debía a un ataque furibundo del ánima del primer marido de la mujer de su hijo. Pusieron cara de no entender. Bedulio puso cara de pánico. Y la Cotilla, levantando la botella de chinchón gritó: ¡Barra libre!

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