martes, 27 de febrero de 2018

Frío Siberiano.

Todo el mundo ha venido a casa: los abuelitos, Geoooorge, la Momia y sus cubanitos culito- respingones, su nieto el Médico, la Cotilla, Bedulio y Blas el parado. Ha sido una invasión en toda regla. Menos mal que no han venido con las manos vacías.

Se han encontrado todos en la puerta de abajo y han entrado en tropel hasta el comedor. Por unos instantes pensé que era una manifestación que se había equivocado de ruta, luego vi que no llevaban pancartas y me preocupé más aún.

La invasión me pilló tan de sorpresa que Pascualita y yo estábamos durmiendo ante la tele, "viendo" a la Esteban. Nos despertó el  jaleo que hacían: - "¡Rápido, cerrad la puerta! ¡¡¡Que no se escape!!!" - La abuela, como siempre, llevaba la voz cantante.

Me costó reconocer a los cubanitos culito-respingones. Iban tan tapados que solo se les veían los ojos pero conservaban sus andares con ritmo de samba.

Metí a Pascualita en el bolsillo de la bata. - ¿Qué pasa? ¿Quién va a escaparse? - ¡El calor! ¿qué va a ser? ¡¿Un novio?! jajajajajaja (que mala uva tiene la Cotilla)  - "Geooorge ¡a la cocina! Y enciende el horno". - Andresito, haciendo piña con su mayordomo, le siguió.

Bedulio paseó su escrutadora mirada por todos los rincones, después, tímidamente, preguntó: - ¿Hay... alguien...? - ¿El ánima de mi abuelito primero? Siempre ronda por aquí. - ¿Ahora está... ? - De momento, no lo veo. - Pareció tranquilizarse.

El Médico se me acercó, meloso: - Espero que me regales algunas de tus patadas espinilleras antes de irme. - No lo dudes (le ofrecí una sonrisa encantadora) - Tendrías que probar el sadomasoquismo, cariño. - Le arreé con un florero en la cabeza. - Esto es para ir abriendo boca (dije y me miró embelesado... o medio grogui. No lo tengo muy claro)

La Momia se acercó, tan cariñosa como siempre, para eso es mi bisabuelastra. - Tenía razón tu abuela. Aquí se está taaaaaan bien, nena. - ¿Mejor que en la Torre del Paseo Marítimo? - ¡Dónde va a parar! ¡No hay color! - Quedé impresionada y triste. A la Momia empezaba a fallarle la cabeza... Claro que con los ciento y pico de años que tiene, ya le toca. ¿Cómo se va a estar mejor aquí que en su enorme casa?

Me dirigí a Blas el parado. - ¿Qué hacéis aquí? - ¡Calentarnos! Los cartones y las mantas no bastan en la calle. - La abuela me lo aclaró - "El frío siberiano nos ha traído a tu casa: es pequeña, las estufas de butano calientan rápido y al ser muchos se siente el Calor de hogar." - Me temía lo peor. - ¿También os quedaréis a dormir? - "Mientras haga éste frío, si"

Las sillas se llenaron de ropa de abrigo a medida que se iban despojando de ella. De pronto me acordé de Pascualita. Tenía que meterla en el acuario antes de que se enfadase y yo pagara las consecuencia. Esperé a verlos a todos despistados y lancé a la sirena por los aires, ya que me era imposible llegar hasta el aparador con tanta gente apiñada. Y unos segundos antes de que se zambullera se topó con los cubanitos culito-respingones que pasaban por allí. Como tiene por costumbre, la sirena se agarró con los dientes a la parte más sobresaliente: sus culos. Iban tan juntos que cayó entre ambos y repartió mordiscos a diestro y siniestro.

¡La que se lió! Los dos cubanitos corriendo, saltando, llorando, gritando, moqueando... mientras el volumen de sus culitos crecía a ojos vista. - Gracias a mi destreza, el arrancar a Pascualita fue visto y no visto. Esta vez la sirena comió doble y la vi relamerse mientras se escondía entre las algas del fondo del acuario.

Todos se encerraron, apelotonados, en la cocina por lo que pudiera pasar. En cambio, la Momia era la mujer más feliz del mundo, - Ay, nena (me decía) ¡Dále las gracias a tu primer abuelito! ¡¡¡ME ENCANTAAAAAAA!!!

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