miércoles, 3 de febrero de 2016

La abuela entra a matar.

La Cotilla ha entrado como un ciclón en casa y cargada de velas, velitas y velones de todos los tamaños. - ¡Ayúdame que pesa mucho! - Me temí lo peor. - ¿Para qué es todo ésto? - Para el altar de los Amigos de lo Ajeno. - Ya se está dando la vuelta y largando de aquí ¡No quiero altares para sinvergüenzas!

El concierto de pitos anunció la llegada de la abuela. La puerta del ascensor se abrió mientras la Cotilla y yo seguíamos discutiendo. La mujer que apareció ante nuestros ojos nos sera desconocida. - Vaya, pensé que venía la abuela. - "Soy yo, alma de cántaro" - ¡Madre mía! Hay que ver los estragos que hace el arrepentimiento (dijo la Cotilla al ver a su amiga como una sombra de lo que fue hasta hace unos días) Lo mejor es no arrepentirse. Ya lo dice el refrán: a lo hecho, pecho.

Las chanclas de andar por casa sonaron: clac, clac, clac mientras la abuela entraba hasta la cocina. Nos acercamos y la oímos hablar. Me dio un vuelco el corazón. La Cotilla descubriría a Pascualita, así que tomé una decisión drástica - ¡Vaya a la salita y monte lo que le de la gana pero déjeme en paz! - No se lo tuve que repetir.

No era con la sirena con quién hablaba la abuela, sino con Pepe, la cabeza jivarizada. - "Estoy desolada. Tu puedes darte con un canto en los dientes, si los tienes, porque conservas la cabeza pero ni Andresito ni yo seremos nada cuando muramos. Los egipcios confiaban en ser momificados y nosotros en tener nuestras fotos en la Pared de los Finados. Nuestras almas tendrían un sitio donde volver cuando quisieran... Tampoco tendremos fiesta de despedida por todo lo alto, con los amigos cantando, bailando y emborrachándose a nuestra memoria... Y todo por culpa del qué dirán los del Partido que se lo han llevado calentito... ¡Anda y que los zurzan y a Andresito también!"

Escuché unos golpes: la abuela había lanzado las chanclas contra la nevera. Me asomé y vi que se servía un generoso vaso de chinchón. - ¿Ahogas tus penas en alcohol? - "Simplemente me entono" - Luego llamó a Geooorge al móvil. El flemático inglés aguantaba, estoico, las burradas que le decían desde los coches atascados por su culpa. El concierto cesó en cuanto arrancó el rolls royce pero duró poco porque unos minutos después volvió, aparcando en el mismo sitio. Subió una pequeña maleta y la abuela se encerró con ella en el baño. Cuando salió era mi abuela de siempre: Botas de pirata de charol negro. Pantis rojos. Minifalda plateada. Top ceñido verde loro repleto de lentejuelas. Mini abrigo con cuello de plumas de marabú, guantes rojos y pintada como una puerta. Preparada para matar, vamos.

- ¿Dónde vas, forastera? (le pregunté, orgullosa de ser su nieta. Cosa que no me pasa muy a menudo.) - "A El Funeral. A poner las cartas sobre la mesa."

Más tarde llamó el abuelito preguntando por ella. - Ha ido a recuperar a sus amigos. - ¡Oh, no! Nos descubrirá... ¿Qué dirán los míos? - ¿Los que os llamaban tontos por ser honrados? ¡Anda y que les den! ¡Corre a El Funeral y disfruta de la vida! - Tienes razón. ¡Gracias por el consejo Nena! - ¡Acuérdate de esto y házme heredera de la Torre del Paseo Marítimo, abuelito! - Dijo algo al cerrar la puerta pero no supe si era un SI o un NO

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