domingo, 9 de abril de 2017

Las empanadas.

El interfono sonó estrepitosamente hasta que descolgué, y habían pasado unos cinco minutos desde que me desperté sobresaltada. Me cuesta mucho saltar de la cama cuando acabo de abrir los ojos al nuevo día, luego si se me ocurre encender la luz encuentro la bata y las zapatillas pero... si no se me ocurre... total, que los vecinos fueron más rápidos que yo y estaban alborotando en sus respectivos rellanos cuando abrí la puerta. Unos minutos después la Cotilla salió del ascensor llevando un cargamento de bolsas que olían muy bien.

- ¿Sabe usted qué hora es? - Sí, gracias. Ayúdame con todo ésto. ¡De prisa, que tengo que ir a por más! - ¿Va a poner un supermercado? - ¡No te acuestes que ahora vengo! - Y me quedé de plantón en medio del comedor. Al cabo de un rato pensé que, porque me sentara en la cocina no iba a pasar nada y si me comía algo de lo que había en las bolsas, tampoco.

¡Eran empanadas! - ¿Para qué querrá tantas ésta mujer? - Cogí a Pascualita, que también se había despertado con el timbrazo y preparé dos cola caos. - Hoy desayunaremos empanadas. - Corté una por la mitad y se me hizo la boca agua al ver la carne, los guisantes, la sobrasada. - ¡Noooo, Pascualita! No lo mojes en la taza. - Mi consejo no llegó a tiempo. Miré a la sirena mientras comía como una lima nueva y sin hacerle ascos a la extraña mezcla, así que me dije que lo que era bueno para ella, también lo sería para mi. Y mojé la empanada en el cola cao

Cuando íbamos por la segunda empanada y una cocina llena de salpicaduras chocolateadas, sonó de nuevo el interfono. Tiré a Pascualita al acuario logrando un maravilloso triple de baloncesto. Siempre he pensado que estoy desaprovechada para este deporte ¡soy muy buena a pesar de medir un metro cincuenta! Tendré que replantearme mi vida.

- ¡Coge las bolsa, coñeeeee! - ¡Ya va, mujer! ¿a qué viene tanta empanada! ¡Ah, ya sé! Las venderá y lo que saque se lo mandará a su querido gurú para ayudarle a pagar a sus abogados ¡Pardilla!... Por cierto: me he comido dos. Son buenís... - ¡¿EMPANADAS?! - Claro. - ¡¡¡¿POR QUÉ. POR QUÉÉÉÉÉ?!!! - Estaban a mano, Cotilla y hay ciento y la madre... ¿o las tenía encargadas? - ¿Has encontrado algo? - A usted detrás de la puerta - ¡No te guasées que no respondo! ¿Dame lo que has encontrado? - ¡Le digo que NADA! - A partir de ahora solo te las comerás delante de mi ¡¡¡¿ENTENDIDO?!!! - ¡¡¡SI, SEÑOR. SEÑOR?!!! (Dije, haciendo el saludo militar)

A medio día en mi tripa no cabía ni una miga. Tuve que llamar a la abuela para que viniera en plan refuerzo. También se unieron Andresito, Geooorge, la Momia y sus dos cubanitos culito-respingón.

A pesar de lo embotado que tenía el cerebro entre lo que había comido y el chinchón que había bebido para que pasara toda la pasta de las empanadas, pregunté: - ¿Aquí pasa algo, verdad? - Verdad (dijo a regañadientes) - Suéltelo todo. - Hay que seguir comiendo - ¡Ni hablar! - Vale... esta noche he oído al pastelero que ha hecho las empanadas, que a su mujer se le había caído una sortija muy valiosa mientras hacía la masa de las empanadas ¡y no había aparecido! Así que he pedido a Bermúdez que me acompañara a buscar género para trapichear y en un descuido, he vaciado el obrador de empanadas. - ¡La madre que la parió! (grité mientras una arcada me venía y otra se iba), Mientras corría al baño a echar todo lo que tenía en el estómago, que era mucho, sonó el timbre de casa.

Escuché la voz temblorosa de Bedulio - ¡La detengo por robar empanadas! - ¡¡¡NO ME LAS QUITES, BEDULIO, POR TU MADRE!!! - "¿Las quieres todas? Pues espera un momentito que la boba de Coria está sacando las que se ha comido ¡Niña, no las tires!. Mételo en una bolsa y dáselo a Bedulio. Están confiscadas". - Fue fantástico ver el rostro amarillento de Bedulio. Es tan expresivo éste hombre.

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