domingo, 24 de septiembre de 2017

La Cotilla y sus cosas.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Te sobran magdalenas, nena? - De las que usted trajo el otro día del contenedor del súper. No me atrevo a mojarlas en el cola cao porque se lo beberán de tan resecas que están. - Perfecto. Me las llevo. - ¿Tiene que apedrear a alguien? - Se las venderé a los turistas que pasean por Palma. - ¿Cree que por ser turistas, son tontos? Enseguida verán que quiere timarlos. - No son tan mal pensados como tú. No timo a nadie. Ellos tienen hambre a media mañana después de tanto caminar y yo les ofrezco una magdalena. - En cuanto las toquen verán que no son frescas. Incluso alguien puede perder un diente al morderlas. - ¡Ojalá, porque entonces me llevaría una comisión! - ¿De quién? - De unos dentistas con los que me comprometí a mandarle clientes a cambio de un dinerito. - ¡Cotilla! - Tengo que llegar a fin de mes, boba de Coria.

A mi me propuso que le guardara todas las sobras de comida para venderla también a los guiris. - Es una pena que cocines tan mal pero, cuando hay hambre no hay pan duro y esta gente extranjera, en cuanto les dices que es comida casera y auténtica mallorquina, no le hacen ascos a nada. - ¿Me dará una comisión? - ¡¿Cómo puedes ser tan interesada?! soy una pobre víctima de la crisis y del mal gobierno de nuestros dineros ¿y quiéres aprovecharte de ello? - ¡Oiga, que mi sueldo no llega a mileurista! - ¡Que vergüenza! - Y que lo diga. Me pagan poquísimo. - Total, para lo que haces. Iré a ver a tu jefe para que me de tu puesto y lo haré mejor que tu.

Eché a la Cotilla de casa con cajas destempladas. Antes de darle con la puerta en las narices, me dijo: - ¿Qué pones para comer hoy? - ¡Fabada! (le grité enfadada) - Guardame lo que sobre, que todo lo mallorquín les gusta. - ¿Qué tiene de mallorquina la fabada de bote? - ¿Dónde lo has comprado? ¿Aquí, verdad? pues es mallorquina... ¿Dónde está el engaño?

Me he llevado a Pascualita a la salita con la intención de tomar un chinchón a medias y relajarme porque la vecina tiene el don de sacarme de quicio. - Que suerte tienes que no pagas nada. Tienes casa, comida y bebida gratis... ¿Por qué no nacería yo sirena? - Los ojos saltones  de pez se clavaron en mi cara. Durante unos segundos, que me parecieron eternos, tuve esa mirada escrutadora encima y fue muy molesto. - Mira hacia otro lado, pesada o parpadea por lo menos... jijijijijiji... ¿A ver. Parpadea? jajajajajajajajaja ¡No puedes, bicho raro. No tienes párpados! jajajajajajaja ¡Que fea eres, jodía! jajajajajajaja ¡Uf, creo que me he pasado con el chinchón jajajajajajaja

La poderosa cola de sardina se arqueó y Pascualita salió lanzada, de abajo arriba, hacia mi naríz donde clavó los dientes de tiburón... Ahora tengo una hinchazón descomunal, apenas veo las letras del teclado del ordenador... las lágrimas me nublan las vista y el bicho sigue agarrado porque he sido incapáz de arrancarla de allí ¡Es mi naríz y me dolerá muchoooooo!... La abuela acaba de entrar... No, no ¡Noooooooooo! ¡Aaaayyyyyyyyyyy!

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