lunes, 25 de septiembre de 2017

La pintura.

Sonó el timbre del interfono - ¡Nena, baja a ayudarme! - ¿A qué, Cotilla? - Ya lo verás ¡Baja! - ¿Cómo sé que es usted y no alguien que viene a violarme? - ¡Deja de decir tontería y ven de una vez! - ¿Y si se me cierra la puerta mientras bajo la escalera? - ¡¿Se puede ser más gilipollas?! ¡¡¡BAJAAAAAAAAA!!!

Me encanta sacar de quicio a la vecina, será por las veces que ella me saca a mi. Me pareció que ya la tenía bastante cabreada y cedí a bajar aunque, eso sí, muy lentamente.

La mujer echaba espuma por la boca. - ¡La madre que te parió, boba de Coria! ¡Coge esas cajas y subelas! - Sin avasallar, mujer... - No sé de dónde sacó la fuerza pero me dio tal empellón que trastabillé hasta la puerta del ascensor y clavé los dientes en los buzones del correo. - ¡De prisa, deprisa!

Las cajas pesaban lo suyo y estaban llenas de botes de pintura. - ¿Esto lo ha comprado? - ¡¿A ti que te parece?! (gritó nerviosa) - Que no. - Las cajas estaban abandonadas junto a un contenedor de basura ¿no iba a dejarlas allí para que las cogiera otro? - ¿Había algún coche, camioneta, furgoneta... un vehículo apto para transportar cajas como éstas? - ¡Yo qué sé! ¿Crees que me voy fijando en todo cuando voy por la calle?.

Sonó de nuevo el interfono. Era Bedulio. - ¿Está la Cotilla? (la susodicha negaba, frenéticamente, con la cabeza) - Dice que no jajajajajajaja - ¡Abra a la autoridad! (ordenó el Municipal) - Llama al piso donde quieres ir. - ¿A dónde quiero ir? ¿A cuál va a ser? ¡Al tuyo! - ¿Ah, sí? ¿Y por qué me hablas de usted? Me desconciertas. - Porque estoy trabajando. Dígale a la Cotilla que se entregue y devuelva el material sustraído. - La vecina seguía negando. Su cabeza parecía que iba por libre. - Dice que nones jajajajajaja ¡Está para una foto!

- ¡Abra o tendré que detenerla por obstrucción a la autoridad! - ¿A mí me vas a detener? ¡Que te abra tu padre!. - Bedulio estaba perdiendo los papeles y llamaba a todos los timbres de la finca pero, a media mañana, las vecinas estaban en la compra y nadie abrió.

Pensé que, a esas horas, lo mejor era tomar un chinchón y fui a por Pascualita para compartirlo con ella. Y entonces me acordé de la vecina... ¿Dónde se había metido? Di una vuelta por el piso y la encontré en plena faena. ¡Estaba pintando de negro las paredes de casa! - ¡¿Qué hace, Cotilla? - No me enredes que tengo que gastar toda la pintura antes de que entre Bedulio a detenerme. Si no hay cuerpo del delito, no hay detención. - ¡Pero si está en las paredes! - Pero no estará en los botes. - ¡Cotilla, pareeeeeeeeeeeeeeee! - Calla, egoísta. Encima que te pinto el piso gratis, te quejas.

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