miércoles, 22 de noviembre de 2017

¡Arreglado!

¡Quién me mandaría mentir! Ahora tengo un problemón por culpa de las tocanarices de la abuela y la Cotilla ¿De dónde voy a sacar el dineral que necesito para comprar el pasaje a las Islas Caimán si tengo la cartilla de ahorros con telarañas?

Le dije a la abuela que pidiese a sus amigos millonetis que me adelantaran la comisión y me montó un escándalo. - "¿Me lo estás diciendo en serio? ¡No me puedo creer que quieras aprovecharte de ésta pobre gente!" - Hombre, pobre, pobre... - "¿Sabes lo que les ha costado juntar esos euros? ¿Para qué quieres el adelanto?" -  Para comprar los pasajes... - "¡Que cara más dura! ¡Pero si ya los compraste!" - ¿Yoooooo? - "Lo tenías todo preparado... ¿o no?" - Pues... - "No hay más que hablar. cuando hayas hecho los ingresos y vuelvas, se te pagará"

Pascualita, subida al borde del acuario, observaba mis idas y venidas de una parte a otra del comedor. La cabeza me echaba humo pensando en cómo salir del atolladero y no se me ocurría nada. De vez en cuando me tiraba algún chorrito de agua envenenada para llamar mi atención pero yo no estaba para tonterías. De todas maneras llevaba puestas las gafas de sol por si las moscas.

Decidí devolver toda la compra que había echo para no tener que salir en un mes de casa pero me dijeron que nones en el supermercado. Entonces tanteé a la Cotilla. - Tengo una amiga que tiene que desprenderse de unos cuantos kilos de comida... ¿usted los podría vender? - Claro que sí, boba de Coria. - Ella espera hacer un buen negocio... - Pues que espere sentada porque no pienso darle nada. O sea, yo le hago el favor de quitarle el muerto de encima, el trabajo, llevo la carga, trato con los clientes, etc. etc... y la pardala quiere cobrar. Pues ya sabe, quién quiere peces que se moje el culo.

Mi gozo en un pozo. Lo que hice fue meter cosas en una bolsa y montar un tenderete a la puerta del supermercado, diciendo a los clientes que mis productos eran los mismos que en la tienda pero más baratos. Al guardia jurado le faltó tiempo para echarme de allí con cajas destempladas - ¡¿Sabes que te digo? (le grité) ¡Que no volveré a comprar aquí!

Camino de casa pasé junto a la tienda del señor Li. - ¡Hola! ¿Tu complal lebajas mías? - No. - Mila que bonito. Sel cocodlilo del Nilo. Balato, balato. - Es un flotador. - Sí. Pelo balato ¡Tu complal!

Tan pesado se puso el chino que me llevé seis cocodrilos de plástico por cinco euros. Al llegar a casa tuve una idea genial y llamé a la abuela. - ¡Ven, corre!

Hinché los flotadores y los distribuí por toda la casa. Cuando la abuela llegó, grité: - ¡Cuidado con los caimanes, abuela! Ya no tengo que ir a verlos. ¡¡¡ELLOS HAN VENIDO A VERME A MI!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario