jueves, 23 de noviembre de 2017

La oferta y la demanda.

He intentado hacer negocio con los cocodrilos de los chinos. He colgado uno en el balcón y he gritado. - ¡Cocodrilos del Nilo! ¡Un bonito regalo para Navidad! ¡Vamos, vamos, que me los quitan de las manos! - Una mujer levantó la cabeza para preguntar. - ¿A cuánto los tienes? - ¡A quince euros de nada! - ¡Los chinos los tienen casi regalados! - ¡Porque son de imitación. En cambio éstos son auténticos de Egipto! - ¡Menuda chorrada! - Me sentí ofendida y salté - ¡Que gran verdad es que la miel no está echa para la boca del asno! - ¡¿Me has llamado borrica?! (la mujer estaba congestionada) ¡Baja y verás las coces que te daré! - (Yo insistí) ¡Quien se pica, ajos come!

La mujer empezó a echar espuma por la boca mientras el vecindario se congregaba a su lado. - ¿Qué le ha pasado? - ¡Esa loca de allí arriba me ha llamado borrica! - Ah, bueno. Pensé que la cosa era más grave. - ¡Oiga! - ¿A cuánto le vende el cocodrilo? - ¡A quince euros! ¡¡¡Ladrona!!! - Se ha pasado un poco, sí. - Según se mire porque en Navidad todo sube. - Entonces ¿cree que es una ganga? (dudó la ofendida) - Yo no lo dudaría (reconocí la voz al instante. ¡Era la Cotilla!)

La mujer se resistía hasta que la vecina dijo - ¡Me los quedo yo! Menudo negocio haré con ellos (y subió a buscar los cocodrilos, que estaban hinchados. No sé cómo pudo bajar tanto volúmen de cabezas, patas, colas... pero lo logró. Y yo corrí a coger a Pascualita porque era un espectáculo ver a la Cotilla.

Apoyada en la barandilla del balcón, con la sirena asomada a mi escote, no  nos perdimos la discusión entre la ofendida y la vecina. - ¡Me los quedo yo! (gritó la primera) - Pues son veinte euros. - ¡¿Quéeeeeeeeeeeeeeee?! - Es la ley de la oferta y la demanda.- ¡Yo los vi primero!... - De una cosa pasaron a la otra y hubiesen llegado a las manos y a las greñas , de no haberse formado un remolino en una esquina de la calle que vino directo hacia ellas, arrambló con los cocodrilos de plástico y se los llevó vaya usted a saber dónde.

Cuando el viento se calmó, estaban las dos mujeres subidas a las ramas del árbol que hay bajo mi balcón. Corrí a por el chinchón - ¡Cotillaaaaaa, voy a brindar porque todo ha acabado bien! - ¡Yo también quiero! - ¡No llego hasta usted. Beberé en su nombre! - ¡¡¡La madre que te parió, boba de Coria!!! - Pascualita y yo hicimos un mano a mano y muy pronto dejamos de oírla.

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