domingo, 9 de junio de 2019

Domingo de relax.

Se me presentaba un domingo tranquilo, sin abuelitos, vecina, ni Municipal. Un día para practicar el vive y deja vivir: Pascualita disfrutando de su enorme acuario: Pepe, de la tranquilidad de una cocina sin humos porque no pienso guisar habiendo botes de fabada en la despensa. Y yo contemplando pasar la vida desde el balcón o en la pantalla del televisor o durmiendo a pierna suelta en el sofá.

¿Se puede pedir más? sería un pecado de avaricia  aunque, como el otro día saludé a San Nicolás cuando pasé frente a su iglesia, haciendo caso al cartelito que hay en la fachada, junto al santo, puedo pecar a gusto durante cuarenta días ¡Menudo chollo! Así que pediré un novio con posibles y con ganas de tener al bisnieto de mi abuela.

Asomada al balcón me entretuve mirando el trajín de los gorriones, la mayoría de ellos tienen el nido lleno de huevos a punto de eclosionar y se les ve nerviosos e ilusionados... De pronto pensé que si fuera yo la pájara (en el buen sentido de la palabra, por supuesto) con pollitos, iba a estar todo el día estresada y me di cuenta que no me apetece nada meterme en estos berenjenales... Y pensé que, puestos ya a pecar de avaricia, aumentaria el pedido pidiendo que el futuro novio, además de posibles ¡muchos posibles! debe venir ya con un bisnieto bajo el brazo. O sea, lo quiero con hijo incluído y me ahorro el trabajo de hacerlo y toda la cola que trae eso.

Y me he sentido realizada, contenta y liberada de ataduras familiares. He brindado con chinchón por mi brillante idea, no una, ni dos veces, sino hasta que he dejado de llevar la cuenta de las copas que me había echado al coleto. Pascualita, descansando en mi falda, también ha brindado. Incluso a Pepe le he mojado, repetidas veces, los labios cosidos. Después, la sirena y yo hemos estirado los brazos hasta casi tocar la luna, para caer luego rendidas en el sofá hasta la hora del partido de tenis de  Nadal.

¡Que ha estado grandioso! Y también lo hemos celebrado, ¡por supuesto!

De repente me he acordado de los zapatos que le están haciendo a la abuela. Nunca me había enfadado tanto y, ni corta ni perezosa, he llamado a la Torre del Paseo Marítimo: - ¿Alooooooo...?  (Ha contestado el repipi del inglés) - Dile a mi abuela que quiero hablarle. - "Dime, nena" - Di un respingo.

- Dice Pascualita que no quiere ser encerrada en un tacón. Que es hija de su madre, que era hermana de Neptuno. Por lo visto su tio tiene un genio muy corto y puede clavarte el tridente como si fueras un bicho cualquiera... - "¿Y todo ésto te lo ha dicho Pascualita?" - De pe a pa. - "Admirada me tenéis las dos... ¿Pepe no ha dicho nada?" - Que el tridente hace mucho daño porque él, de lanzas y eso, entiende mucho. - "¡Guárdame chinchón! ¡Voy para allá!"

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