viernes, 14 de junio de 2019

¡Otra vez, nooooooo!

Esta mañana, cuando el sonido de las bocinas de los coches taponados por el enorme rolls royce de los abuelitos, aparcado en la parada del bus, me han despertado, no sabía lo que se me venía encima.

Ajenos a las maldiciones que les mandaba cada vez más gente, la abuela y Geoooorge han sacado lo que traían en el maletero y lo han subido a casa.

He tenido que cerrar el balcón para saber qué me decían: "... y eso es todo" - Repite, abuela, que no me he enterado de nada. - "Solo te falta quedarte sorda y tener otra excusa para no darme el deseado bisnieto" - Si éste aparcara como Dios manda... - "¿Cuándo ha sido Dios guardia urbano para mandar una cosa así?"

Huuuuy, Esta viene con ganas de gresca (pensé. Y me centré en lo que había traído) - ¿Un unicornio? ¿Un cisne? ¿Un donuts? ¿Un cocodrilo? ¡¿Curro también?!... ¿Dónde piensas meterlos? - "En mi cuarto y en el tuyo. Geooorge dormirá en el sofá de la salita." - ¡¡¡¿PERDÓN?!!! - "Nos acogemos a tu asilo-político-familiar" - ¿Quiénes? (me estaba entrando el tembleque) - "Nosotros dos..." (señaló al mayordomo y a sí misma) Y la Momia." -  ¿Y el abuelito? - "¡Que le den morcilla! Se ha arrejuntado con los del caballo ¿Te lo puedes creer? Su madre lo ha repudiado"

Sentí que el suelo se abría a mis pies ¡Mi casa convertida en una comuna y llena de flotadores gigantes! - Tendrás que deshincharlos, abuela, o no cabremos todos. - "Vale, pero luego los hinchas tú o compras un inflador en la tienda de los chinos."

Decidimos dejar los flotadores en el comedor y ya veríamos qué hacíamos con ellos una vez que se hubiese instalado mi familia, Cotilla incluida porque dijo que no quería perderse los cotilleos y risas de cama a cama ¡Como cuando éramos niñas! (dijo y yo pensé, enseguida, en la Prehistoria).

Pero fue Pascualita quién puso remedio al problema. Al salir de la cocina, donde habíamos comido, camino de la salita, de los flotadores solo quedaban restos esparcidos por los suelos. ¡A dentelladas se los cargó la sirena! Fueron los celos lo que la llevaron al flotadorcidio al ver que bien los trataba la abuela cuando llegaron, por miedo a que se pincharan.

Disimuladamente, eché un buen chorreón de chinchón en el acuario mientras le hacía la señal de O.K. a la media sardina


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