sábado, 1 de junio de 2019

¡Que susto!

El timbre de la puerta repicó insistentemente: - ¡¡¡Ya voy, ya vooooy, ya voooooy, leches en vinagre!!!... ¿Quién es? - ¡¡¡Soy yo!!! - ¿Yo, quiere decir Cotilla? - ¡Sí, boba de Coria! Y abre la puerta de par en par que venimos cargados. - ¡¿Venimos? ¿Quienes "venimos"? - ¡La madre que te parió!

Subió el ascensor pero, al llegar a mi rellano no salió nadie. Sin embargo, corriendo escaleras arriba, venían dos fulanos con mala pinta y les cerré la puerta en las narices. Acto seguido llamé a Bedulio.

- ¡¡¡Corre, por tu padre. Unos okupas quieren entrar en casa!!! - Ahora no puedo venir. Pero cuéntales lo del ánima de tu primer abuelito y saldrán por pies. - ¡Creo que han secuestrado a la Cotilla para que hablara por el interfono y les abriera la puerta de abajo ¡Date prisa. Ya harás la quiniela en otro momento. - ¡¿Cómo sabes que... ?! - ¡¡¡ME LO HA CHIVADO EL ÁNIMA DE MI PRIMER ABUELITO!!!

Asomada al balcón le vi llegar junto a un compañero. - ¡Están en el rellano y no dejan de llamar al timbre!

El aporreo de la puerta se hizo más fuerte. Y un coro de voces, enérgicas, acompañaba el jaleo. - Miré a través de la mirilla. Lo que vi me quitó toda esperanza de seguir viviendo en mi casa. Los municipales también habían sido secuestrados y estaban todos juntos, okupas incluídos, dispuestos a tirar la puerta abajo.

Me entró un come-come. ¿A quién podía llamar ahora? ¿a la guardia civil? ¿a los bomberos del calendario? ¡Aaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyy! No sabía qué hacer. Recorría el pasillo de arriba abajo y, una de las veces que llegué al comedor vi a Pascualita subida al barril de gasolina psicodálico. Sin pensarlo dos veces la cogí. Fui hasta la puerta, la abrí y tiré a la sirena contra la primera persona que vi.

Allí se armó la marimorena. Pascualita saltaba de uno a otro, arrancando pelo, trocitos de oreja, nariz, labio, incluso de partes blandas. Aquello era una escabechina. Y una escandalera porque, a la que ya había se fueron sumando los vecinos, protestando a voz en grito, por tener abierto el ascensor. - ¡Nosotros también lo pagamos, boba de Coria!

Al final, alguien llamó a los bomberos para que sacara del ascensor un enooorme acuario. - ¿Cómo han podido meter esto aquí? (se preguntaban, atónitos)

Más tarde, cuando el chinchón calmaba el dolor y antes de caer en un coma etílico, los acompañantes de la Cotilla, me dijeron que ayudaban a su amiga con el acuario encontrado en una casa desmantelada. Lo hicieron porque le debían favores a la Cotilla: - Pero... ¡hip! ¡nunca... más!

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