martes, 18 de junio de 2019

¡¡Que susto!


Pascualita parece un rabo de lagartija. Está nerviosísima y no para de nadar de arriba abajo del acuario, a toda pastilla y levantando oleaje. Ha puesto el aparador y el suelo del comedor, chorreando agua. Menos mal que estamos solas y nadie la ve.

He puesto la maleta, abierta, sobre la mesa y la muy loca, ha saltado dentro. He dado un respingo porque he visto una sombra. No he ido a pensar que fuese ella y he gritado a pleno pulmón: - ¡¡¡UNA RATAAAAAAAAAAAAA!!!

A lo largo y ancho del edificio se han sucedido los gritos, las carreras, el ruido de sillas arrastradas para subirse encima. Y se escuchaban los nombres de todos los maridos: - ¡¡¡Manolooooo!!!, ¡¡¡Casimiroooooooo!!!, ¡¡¡Pedrooooooo!!!, ¡¡¡Argimiroooooooooo!!!, ¡¡¡Pascuaaaaaaal!!!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! ¿Así que Pascual vive aquí? - Desde siempre, Cotilla (le contesté desde lo alto del aparador) es el del 6º 3ª. - ¡¿"Eso" es el amante de tu abuela?! Está perdiendo facultades. - En ese momento pareció darse cuenta de dónde estaba yo. - ¿Que haces ahí arriba? - Pues... limpiando la Santa Cena. - ¿Sin trapo del polvo? - Es que... ¡hay una rata en la maletaaaaaa! - Un segundo después éramos dos en el aparador que crujió amenazadoramente.

Poco después empezaron los timbrazos: - ¡No encontramos a la rata, boba de Coria! ¡¿Dónde está?! - En ese momento, Pascualita, escondida bajo la ropa, se movió. - ¡¡¡Aaaaaaah. Está aquí, está aquí!!!
- Pues procura que no salga a la escalera. - Y se marcharon.

Entonces me acordé de Pascualita porque, estando la Cotilla en casa podría descubrirla con su ajetreo en el acuario... ¡Pero  la sirena no estaba allí!

Miré la maleta... Unos pelo-algas asomaron entre los vaqueros y las blusas. - ¡Oh, nooooooooo! (pensé, aunque me faltó el canto de un duro para gritarlo) De un saltó bajé del aparador y, todavía con el susto en el cuerpo, aplasté a la sirena contra la ropa. - ¡¡¡Hiiiiiiiiiiiiiiiiii (gritó la Cotilla que estaba con los pelos de punta) ¿No me digas que has cogido a la rata con las manos? hiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!

Dije que sí y la Cotilla cayó redonda al suelo. Le había dado un síncope, cosa que me alegró porque, ida como estaba, no podía descubrir a Pascualita.

Ya lo dice el refrán: no hay mal que por bien no venga.


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