miércoles, 5 de junio de 2019

¡Que miedo!

En el silencio de la casa, abandonada doscientos años atrás, el estruendo de una puerta al cerrarse resonó por todos los rincones y algunas paredes vieron crecer sus viejas grietas. Un gato corrió como alma que lleva el Diablo, escaleras abajo.

Alguien, agazapado bajo una polvorienta y astillada mesa, se estremeció y el miedo a lo desconocido le subió, espalda arriba, hasta la nuca cuyos pelos imitaban las cuerdas tensas de un violín momentos antes de romperse.

En lo alto de la escalera, apenas iluminada por la luz de la luna llena que entraba por las rendijas del techo, hundido a tramos, una paloma, espantada, alzó el vuelo pero su ansia de libertad se frustró al quedar una de sus alas enganchada en una astilla de madera. La sangre de la terrible herida manchó los restos de lo que un día fue una espléndida alfombra turca, ahora era tal su deterioro que nadie lo creería.

El personaje escondido salió, lentamente, de su escondite. Dos pasos después caía, lanzando un grito salvaje y desgarrador, a través del agujero que acababa de abrirse bajo sus pies. Si alguien hubiese mirado a través de él hubiese visto una figura ¿humana? atravesada, dos pisos más abajo, por la lanza de un masay.

El silencio reinó de nuevo... Una serpiente bajaba por el pasamanos de la escalera. Sonaron pequeños y rápidos pasos indicando que los ratones corrían a refugiarse... Sin embargo, de haberse detenido a mirar al asesino, sabrían que no había prisa viendo el bulto que deformaba el esbelto cuerpo escamoso: la serpiente había comido ¿un ratón?... no... La cabeza del cuerpo, ensartado y sangrante, del desconocido...¡¡¡POM!!!

Cerré el libro de golpe y me acordé de la abuela y de toda su parentela, que también es la mía. No pude contenerme y llamé a la Torre del Paseo Marítimo. - ¿Aló? - ¡¡¡Geoooorge, pónme con mi abuela, rápido!!! - Madame no estar. - ¿Seguro? - Mi no mentir jijijijiji. - ¡La madre que te parió!

Ella me había regalado (cosa rara) el libro que había empezado a ojear, por la Feria del Libro.

Ahora no me quedaba otra que dejar las luces de casa encendidas y dormir con Pascualita y Pepe en mi cama....

Un fuerte aporreamiento en la puerta de la calle me sacó de los brazos de Morfeo. - ¡¡¡AAAAAAAAAYYYYYYY!!! (grité, aterrada) - Un fuerte estruendo resonó en todos los ricones - ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOO!!! - Y unos pasos a la carrera, que venían hacia mi cuarto.

Salté de la cama, me escondí detrás de la puerta y, en cuanto entró el primer asesino, le arreé con la lámparita de la mesita de noche que tiene el pie de mármol de Carrara.

Pobre Bedulio. Se ha quedado sin dientes.

Un compañero suyo me dijo que, al ver tanta luz en mi casa a esas horas de la madrugada, pensó que me estaban a saltando y corrieron en mi ayuda. Y ésta se incrementó cuando me oyeron gritar como una descosida. Por eso tiraron la puerta abajo y... el restro ya es historia.





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