martes, 10 de septiembre de 2024

Añoranzas.

Como por ensalmo, en casa apareció una caracola grande encima de la mesa del comedor. - ¿Quién ha traído ésto? (pregunté orbe et urbi) pero no supieron darme una respuesta convincente. 

Los comensales de la Santa Cena dieron por sentado que se trataba de un "milagro" - ¡Que fácil lo arregláis todo poniendo por delante la palabreja como si fuera un abracadabra! Si no lo sabéis, decidlo y ya está.

Pascualita, que había pasado la noche durmiendo en el barco hundido, abrió los ojos de par en par al sentarse en el borde de la pila de lavar del comedor y encontrarse frente a la caracola. Su hermosa cola de sardina la catapultó hasta la boca misma de la gran caracola aferrándose a ella como una lapa.

Estuvo un buen rato oliéndola, tocándola, disfrutando de ella como de un gran amor. Después de tomarse su tiempo, sopló y un sonido de mar, de olas rompiendo contra las rocas en día de tormenta... llenó la casa. - ¡Ha sonat es corn! - (grité alborozada y todos me entendieron)

A todos los que tenemos pelo, se nos puso como escarpias. Las lágrimas del recuerdo, de la añoranza, salieron bravíos de nuestros ojos juntándose los caudales hasta convertirse en un rio que desembocó, como siempre, por el balcón para entrar al alcorque del árbol de la calle hasta las profundidades de la tierra.

- ¡ Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué has tirado por el balcón, boba de Coria? ¡Me has puesto chorreando, jodía!

La Cotilla no estaba de humor, sin embargo al ver la caracola cambió de actitud: - ¡Aquí estás, bonita! Pensé que te había perdido.

- ¿La ha traído usted? - La encontré en la calle y pensé que era muy triste que una cosa tan guapa estuviese abandonada. Esta noche, en el trapicheo, haré un trueque con ella... o no.

- ¡¿En la calle?! - Sí. - ¡¿Cerca de la tienda del señor Li?! - Sí - ¿Otra vez mangando, Cotilla? - ¡Esa boca, niña, esa bocaaaa!




 

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