lunes, 9 de septiembre de 2024

¡Músicos!

De repente me ha dado por aprender a tocar un instrumento musical. No debe ser difícil cuando los toca tanta gente. Lo he comentado con el árbol de la calle y su respuesta ha sido: ¿Qué te hemos echo, nena?

Sé lo que le pasa. Le puede la envidia porque, por su configuración, no puede tocar nada. Ni siquiera el piano. Me lo imagino moviendo las ramas sobre el teclado mientras, por abajo, el tronco se lo va comiendo. ¡Que terrible pesadilla!

Pensé que se enfadaría al decírselo pero solo ha murmurado: - Eso es parte de la Leyenda Negra que se nos endilga a los plataneros.

Pascualita, que siempre parece que está en la higuera, ha saltado a mi escote y muy nerviosa me ha dado a entender que también quiere tocar música. Esto ha dado pie a que los demás personajes quisieran lo mismo. Estoy rodeada de envidiosos. 

Después han salido los "Divos": los comensales de la Santa Cena han sido los que más han fardado: - ¡Yo sé tocar la caracola! ¡Y yo! ¡Todos nosotros. Anda que no!

Al final resultará que tengo una orquesta en casa y la única que no toca nada soy yo... y la sirena. Entonces recordé que tenía unas castañuelas del año de la Pera y rebusqué en cajas y cajones hasta dar con ellas. Estaban bastante apolilladas. Eso lo resolvió Pascualita dándole unos bocados, al ver salir una mariposilla de los agujeros, que las redujeron a escombros.

Mi primer abuelito apareció a dos palmos sobre la mesa del comedor. - ¡Mira lo que aprendido a tocar desde que estoy en el Más Allá, nena! - Llevaba una pequeña arpa dorada. Cuando sus dedos rozaron las cuerdas... salió algo así: ¡ñigo, ñigo, ñigo, ñi!

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