viernes, 6 de septiembre de 2024

La belleza, a veces, es efímera... ¿eh, Pascualita?

Me desperté en mitad de un sueño maravilloso. La Belleza, que iba de viaje, hizo parada en la maceta-zombi de mi balcón y el color rojo pasión lo inundó todo. - ¡Qué bonito! (me dije) - y corrí a verla, a pesar de que era tan temprano que aún no habían puesto las calles.

La Cristalera estaba cerrada. Tal vez porque la aurora aún no había empezado a pintar el horizonte de colores. El caso fue que no vi color alguno: ni rojo, ni verde, ni ná de ná.

Volví a la cama e intenté recuperar el sueño. El OOOOOOOOOOO de Pepe el jibarizado llegó alto y claro a mis oídos. - ¡Duerme y calla, jodío, que me espabilarás! - La Cotilla llegó en ese momento a casa. Venía de sus trapicheos. El gemido de sus viejos huesos me indicó que llevaba encima toneladas de cansancio:- ¡CRAC! AY... AY... CRACAC...! - Otra que me espabilará... - Pero, no. En algún momento me dormí como un ceporro y solo el despertador logró que abriera los ojos. 

Mientras desayunaba recordé a la hermosa amapola. Cogí mi vaso de cola cao y me asomé al balcón para admirarla. - Llegas tarde (la voz profunda del árbol de la calle me sobresaltó) - Y el salto prodigioso de la sirena, de la pila de lavar del comedor a mi vaso, me puso perdida de arriba abajo. - ¡NOOOOOOOOOOO! 

Miré a los dos personajes: El árbol dejaba resbalar un lagrimón por la corteza rugosa de su tronco. Pascualita se relamía satisfecha. Las COFRE pasaron por mi lado y pude escuchar: - Fue una ejecución limpia (dijo la escoba) - Así da gusto... Sin hacer horas extra. (contestó la fregona)

De la hermosa Amapola no se habló nunca más.

 

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