jueves, 19 de septiembre de 2024

Pascualita no sabe esperar...

Durante unos días la Cotilla no ha salido de casa. Dice que tiene agujetas ¡por mi culpa! Y, por lo visto me ha puesto la penitencia de tener que aguantarla hasta no sé cuando. - ¿Por qué no sale a que le de el aire? - No puedo. Sé de buena tinta, que hay monaguillos de paisano, vigilando ésta casa. - ¡Pues me ha tocado el Gordo sin jugar a la lotería!

Mi primer abuelito está que trina y ya me ha sugerido varios métodos para cargarse a la vecina sin mancharnos las manos: - ¿Y si me aparezco de sopetón, nena? Se quedará tiesa. - Ni hablar del peluquín. No quiero que pierdas tu lugar privilegiado en el Más Allá (le digo) - Pero... - ¡Que no! ¿Qué harían sin ti los grandes modistos? 

Hubo reuniones varias de los personajes para trazar un plan: desde sacar a la Cotilla a escobazos de casa, según las COFRE, o el sacarla al balcón, cerrando después, a cal y canto, la Cristalera y dejándola a merced de los elementos. Al árbol de la calle no le gustó la idea porque, por cercanía, tendría que aguantarla él.

Al final fue Pascualita quien dio en el clavo: un ataque sorpresa, por su parte, y dejarla pelona como otras veces. Todos aplaudieron a la sirena que, muy ufana ella, quiso demostrarnos cómo sería el ataque: Un minuto después, la muy jodía me dejó monda y lironda, llorando a moco tendido y arrastrando una teta por el suelo, una oreja de elefante africano, la nariz enorme, me río yo de la de Pinocho y un dolor que mitigaron, solo un poco, dos botellas de chinchón.

Estoy saliendo del coma etílico. Mi primer abuelito, subido a medio metro sobre los pies de la cama está orgulloso de mi: - El Hospital entero ha pasado por tu habitación, nena. Nunca habían visto nada igual.

 

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