viernes, 19 de diciembre de 2014

Geooorge sigue trabajando en casa de los abuelitos. Con el paro que hay no se puede uno despedir alegremente por muy ofendido que esté.  Eso sí, está tristón. Y en cuanto puede se viene a casa a pasar el luto que lleva por la muerte de su antepasado. No quiere que lo vean llorando en la Torre del Paseo Marítimo - Es que ser casa de asesino. - Que no te oiga mi abuela o te echa a patadas. - ¿Por qué? Mi no entender. Ella decir yo llevar razón ¿y ahora querer patear culo británico? - Sí, hijo. Ya sabes que pueden más dos tetas que cien carretas y ella se ha metido a Andresito en el bolsillo otra vez. Se le cae la baba cuando la ve y ella solo tiene que abrir la boca y pedir que, cinco minutos después, ya tiene en casa su último capricho.

- ¡No ser justo! Ella traidora. - Oye, no te pases ni un pelo que estás hablando de mi abuela. Anda, coge a Pepe y llora todo lo que quieras. - Y así pasa el tiempo en mi casa: llorando como una Magdalena con la cabeza jibarizada en la mano. Cuando se va, tiene que ponerse las gafas de sol aunque llueva, porque tiene los ojos tan hinchados como si le hubiera mordido Pascualita.

Un día que estaba más desconsolado que de costumbre, me dijo que quería llevarse a Pepe. - ¿A dónde? ¿A tomar el té? - jijijijijiji me pasé tres pueblos, porque el pobre tiene la boca cosida pero ¡que caramba! A las penas, puñalás. A Geoooorge no le hizo gracia mi salida de tono... o no lo entendió. El caso es que, con lágrimas en los ojos, dijo que lo llevaría a Inglaterra en cuanto tuviese vacaciones, para enterrarlo en el cementerio de su pueblo. - ¡Ni hablar! Pepe se queda aquí, que es su casa. Mira lo que le pasó por andar zascandileando por ahí. Le dejaron la cabeza tamaño llavero.

- ¡Pero ser familia mía! - ¡Santa Rita, Santa Rita, lo que se da no se quita! Y a mí me lo dio el señor Li. - Entonces al inglés le salió el espíritu de los piratas de su tierra que sembraron el terror en los siete mares y amenazándome, me dijo: - Yo saber donde estar estatuas de santos... Yo decir a Bedulio. Vosotros, a la cárcel... - ¿Te dejo llorar en mi casa y me lo pagas así? ¡Pues te vas a enterar de lo que vale un peine, Unitetillo!

Puse a Pepe en el belén, que había montado la abuela para que su marido viera lo mañosa que es con éstas cosas de la tradición, junto al río de papel de plata y a su lado a Pascualita disfrazada de pastora. Y marqué el teléfono de la Torre del Paseo Marítimo - ¡Abuela. Geooooorge quiere desmontar el belén!

En un santiamén se presentaron los abuelitos. Ella entró gritando - "¡Protestón, más que protestón. Ni se te ocurra tocarlo!" - ¿Por qué le llamas protestón? (pregunté, curiosa) - ¿Por que va a ser? ¡Porque es  protestante!

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