sábado, 13 de diciembre de 2014

Tengo la impresión que Pascualita está harta de vivir en la jarra grande de cerveza porque, esta mañana, después de desayunar, ha ido reptando por la mesa de la cocina. Ha tirado a Pepe al suelo y ha seguido su camino hasta el borde de la mesa. Una vez allí se ha impulsado con la cola y ha "aterrizado" dentro de la olla en la que se estaba calentando agua  para meter los coracoles. Quiero aprender a cocinar y por lo pronto ya he dado el primer paso: poner agua a calentar.

 He sacado a la sirena con ayuda de un cucharón. La pobre boqueaba porque, el agua dulce no hace migas con ella. He estado cavilando sobre el suceso y creo que tiene razón. Está estrecha en la jarra y no me queda más remedio que encontrarle otro sitio dónde vivir. Como si eso fuera tan fácil...

He recorrido la casa de arriba abajo y no he visto nada que pudiera servirle de casa a Pascualita. La Momia me ayudó a pensar en algo útil y así nos pasamos media mañana, una dando ideas y la otra tirándolas por tierra. Y no fue hasta el mediodía cuando se me encendió la bombilla mientras llevaba los caracoles a la mesa.

La abuela había venido a casa y terminó de preprar la receta. Nos salieron buenísimos. La próxima vez, además de poner a gua a calentar, también echaré los caracoles a la olla.... ¡La olla! Justo lo que necesitaba. Es grande, amplia y apenas se usa. Solo en casos como el de hoy o para  hacer el caldo de Navidad.  La abuelastra estuvo de acuerdo conmigo. De modo que, mientras la abuela, Andresito, la Momia y la Cotilla dormían la siesta en la salita, yo fregué bien la olla e hice el cambio de domicilio de Pascualita.

Al principio tuvo sus recelos. Pensaría que iba hacer un caldo con ella jejejejejejeje... pero luego se ha dado cuenta de que está más ancha que en la jarra de cerveza y ha dado varios saltos mortales, dejando la cocina llena de agua. Más tarde, cuando la que se ha sentado a sestear en la salita he sido yo, he visto que a la Momia se le había caído un papel al suelo. Era el documento que acreditaba que su antepasado Octavio Cantalapiedra, había pasado de ser un crápula a ser un santo. Gracias en parte, al martirio que sufrió a manos de la tribu de jívaros que redujeron su cabeza tal como es su costumbre... En letra más pequeña se hablaba de lo que, probablemente, fue la chispa detonante de aquel suceso. El tal Octavio había seducido a la madre, la esposa, las hermanas, las hijas y hasta un hijo, del Jefe de la tribu, a quienes, además prometió matrimonio y luego no quiso cumplir. El Jefe se vengó por negar la palabra dada que, dicho  sea de paso, le libraría de las cargas familiares.

Tendría que investigar pero, de momento, se me cerraban los ojos y me dejé ir..


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