viernes, 13 de marzo de 2015

Los abuelos discuten.

A media mañana he oído el concierto de bocinas que suele anunciar que la abuela ha llegado y George ha aparcado el rolls royce donde le han mandado: en la parada del autobús. Unos minutos después han subido los abuelitos y no venían contentos precisamente. - A ver si consigues hacer entrar en razón a tu abuela. - "¡Cobarde! Te escudas en mi nieta porque no tienes argumentos para rebatirme" - ¡Claro que los tengo, pero ya te los he expuesto todos y sigues sin dar tu brazo a torcer! - "Naturaca, chaval" - No me hables así que soy tu marido. - "Ya ves que argumento, nena. Pues todo su razonamiento es así. No me entiende porque soy demasiado joven para él"

- Pero... pero si solo te llevaba unos años. - "¡Exactamente! Tú lo has dicho. Es viejo. No es de mi generación y por lo tanto mi modo de ser y pensar le coge con el pie cambiado" - Los dos hicísteis la guerra...  (no sabía qué decir) - "Yo sí, él no. Era hijo de papá riquísimo y se escaqueó de todo" - Ya ni me acuerdo de esto. (estaba mohíno) - "Claro, el señorito no se acuerda y ya está. Aquí paz y después gloria" - Estás sacando las cosas de quicio. - "Pregúntale si me dejará abortar" - ¡Abuela! - "Pregunta y verás que te contesta el carcamal éste" - (Pregunté, más por curiosidad que porque me lo mandara ella) - ¡Claro que no! - "¿Lo ves? Imposiciones de dictador" - No es eso ¿cómo vas a abortar? para eso tendrías que quedar embarazada y no puedes? - "¿Y de quién es la culpa? Tuya, porque no estás a lo que tienes que estar. No pones entusiasmo en la faena. ¡Ni siquiera quieres hacer el salto del tigre!" - Me estaban volviendo loca entre los dos.

Escuché un ¡chof! en el comedor y fui en busca de Pascualita. Tuve que poner el guante de acero para cogerla porque había oído gritar a la abuela y había sacado los dientecitos de tiburón a pasear. Volví a la salita y coloqué a la sirena en el altar de los Amigos de lo Ajeno, sobre uno de los velones al que solo le quedaban dos dedos para consumirse. - Y a todo ésto ¿a qué viene el enfado? (pregunté) - Tu abuela quiere salir de nazarena en una cofradía donde el traje es de tela de saco y ella quiere llevarlo de seda y adornados los agujeros para los ojos, con encaje de chantilli. Y no puede ser. - "¿Por qué no?  entonces ¿para qué soy rica? ¿para ir cómo los demás?" - Abuela, en esos sitios todos son iguales. "¡Yo no! Además, mira que bonito es el traje que llevaré" y sacó del bolso una miniatura con caperuza y todo que, en seguida, supe para quién sería. Sentí que la rabia me asfixiaba y salté: - ¡No lo llevará! - "¿Qué te juegas a que sí?" - ¡Por encima de mi cadáver, abuela!

Andresito se alarmó. - No hace falta llegar a tanto, nena, pero gracias por defenderme. - ¡No te metas en esto! (le grité y se desconcertó. No sabía qué pasaba) - "Sabes que siempre me salgo con la mía, forastera" - ¡¡¡Esta vez no!!! - Estaba fuera de mi. Por el rabillo del ojo vi movimiento en el altar. Pascualita estaba furiosa. Se impulsó con la cola y saltó... sobre la Cotilla que entraba en ese momento. - Ave Maríaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyy!!!

Como le dije más tarde: Más vale llegar a tiempo que rondar un año. A lo que la abuela añadió: "No hay como estar en el sitio justo, en el momento oportuno. Nos partíamos de risa. 


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