jueves, 28 de junio de 2018

Empieza el viaje a Teruel.



¡Que vergüenza he pasado! sabía que con la Cotilla no se puede ir a ningún sitio pero, yendo de viaje con ella y con la abuela, lo he confirmado.

Cuando, en el aeropuerto de Palma, la maleta de la Cotilla pasó por el escáner había que ver la cara de estupefacción del guardia civil. Hasta tres veces repitió la operación para ver si lo que había dentro era realmente lo que había visto... ¡Nada! - Señora (le dijo) se le ha olvidado llenarla. - Es que soy una pobre jubilada con una mísera pensión y no tengo nada qué ponerme (dijo, llorosa). - Una lágrima resbaló por las mejillas del emocionado guardia y propuso a sus compañeros hacer una rápida recolecta para ayudar a la pobre pensionista. Con razón les llaman la Benemérita.

Y lo peor del caso es que yo también tuve que apoquinar porque el guardia que llevaba la gorra en la mano para que la gente de las colas echaran sus euros, se paró a mi lado y poco después fruncía el ceño diciendo: - ¡Que es para hoy!

En cuanto entramos en el avión, tanto la abuela como yo, le pedimos la devolución de nuestra "aportación" - ¡Rácanas! (nos dijo la tía)

Según nos contó, llevaba la maleta vacía porque pensaba llenarla durante la estancia en Teruel. - Haré una visita a  las iglesias de allí para ver cuánto aportan los feligreses a los cepillos. - ¡A mi no me conoce, Cotilla!

La abuela, a pesar de mi oposición, llevaba al cuello el termo de los chinos con Pascualita dentro. - He mirado en google y dice que en Teruel no hay mar. ¿Para qué traes a la sirena? Se nos va a quedar más tiesa que la mojama. - "No pongas el parche antes de que salga el grano, boba de Coria. Tampoco es tan difícil echarle sal al agua del grifo" (sentenció la abuela)

El caso es que, aunque no estábamos seguras, Teruel existe. Y es una capital preciosa. Tranquila. Visitada por turistas que, de momento, no agobian. Y a pesar de eso, la Cotilla hizo su agosto con las carteras patrias y foráneas.

Tampoco las iglesias se libraron. La vecina no cabía en sí de gozo. - Este verano ya no tendré que preocuparme de si llego o no, a fin de mes. - Pues estírese e invítenos a comer, que es usted más agarrada que un chotis. - ¡Así que tiene doble moral la señorita! Me dices que no haga ésto o lo otro pero no te quejas cuando pago. - Que tendrá que ver la gimnasia con la magnesia. (contesté muy digna yo)

Después de comer cogimos el autobús para ir a nuestro hotel. De repente nos cruzamos con coches de la policía, con las sirenas a todo meter, camino de la Plaza del Torico. - "Vaya, ahora que nos vamos empieza la juerga" - ¡Vamos a brindar! (dijo la Cotilla) - ¿Con qué? - ¡Con chinchón! ¿Con qué va a ser? (y la Cotilla sacó una botella sin estrenar, de su bolso que parecía pesar bastante) - ¿Y ésto? - La he encontrado en la escalera que lleva a los lavabos del restaurante. No iba a dejarla allí para que alguien la tirara... ¿no? - Y mientras bebíamos a morro, la abuela, disimuladamente, mojaba el dedo y le daba licor a Pascualita.

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