sábado, 30 de junio de 2018

¡El torico no está!

Más enfadada que un mono, la abuela corrió hacia el trenecillo turístico, a pesar de sus estilettos verde esperanza, para que  nos sacara de esa plaza donde no estaban seguros ni los bobos que reían a mandíbula batiente. - "¡Le digo que ponga en marcha éste trasto! ¿No ve que vendrá el toro y esto será una tragedia?"

Yo no hacía más que mirar a todos lados, asustadísima. De pronto veo venir hacia nosotras, a un grupo de personas. Con una sonrisa de oreja a oreja, el señor que parecía mandar más, dijo: - ¡Muy buenos días, señoras! Somos el Alcalde, servidor, y la Comisión de Festejos de éste Ayuntamiento y venimos a contratarlas para que actúen en las Fiestas Patronales. Hacía tiempo que no reíamos tan a gusto ¡Y miren el éxito que han tenido! ¡La Plaza del Torico entera, les aplaude!

Esto ya pasa de castaño oscuro por muy cachonda que sea ésta gente. - Señores, ya hablaremos en otro momento. Lo principal ahora es largarse de aquí antes de venga el becerro. (dije, intentando ser lo más educada posible)

- Becerro no. Toro, aunque chiquitín. Por eso le decimos Torico. ¡Mire, está en lo alto de ésta columna! - Menudo respingo dimos las dos, cosa que sirvió para que se reanudaran los aplausos. - "¡Ya está bien, coñe con tanta guasa!" - El alcalde levantó un dedo señalando arriba. Y así fue como descubrimos que el morlaquito no tenía peligro ninguno.

Con un suspiro de alivio nos despedimos de los políticos, que insistían en contratarnos como pareja cómica, para ir a reunirnos con la Cotilla junto al Mausoleo de los Amantes de Teruel.

- He oído aplausos ¿qué pasaba? - "Ya te contaré" - Debe estar cansada de esperarnos, Cotilla. - ¡Que va! entretiene mucho "hacer" carteras. - ¿Qué hará con ellas? ¿venderlas? - Mira que eres interesada ¡claro que no! Las echo en un contenedor para que las encuentren sus dueños junto con la documentación. - No, si al final tendrán que darle las gracias.

Visitamos el precioso mausoleo. A la Cotilla no se la ve nada entusiasmada. - "¿Qué te pasa?" - Aquí no hay nada para llevarse. Las estatuas son muy bonitas pero pesan un quintal. Me llevaría el techo de la iglesia, aunque fuera un trozo. Siempre habría quién me lo comprara para pegarlo en el techo de su salita de estar, por ejemplo... pero ya he visto que a los de mi oficio no nos dan facilidades. Fijáos en lo altísimo que es el techo ¡y no hay ninguna escalera a mano!. - A usted lo que le gusta es que se lo den todo mascado. - La Cotilla gruñó: - ¡Qué cruz tienes con tu nieta!

Salimos a la calle, con dirección a la plaza del Torico. La gente se levantó a nuestro paso y nos pidió autógrafos. Como no podíamos defraudar a nuestro público, firmamos todo lo que nos presentaron. Al final tuvo que ser la Cotilla quién nos sacara de allí a empujones. - ¡¡¡VAMOS, VAMOOOOOOOSSSSSSSSSSS!!! - "¡Jesús, que prisas!"

La Cotilla bajaba la cuesta a toda pastilla, agarrando el bolso con las dos manos. - ¿Tiene miedo a que se lo roben? jajajajajajaja (no me pude reprimir)

Al llegar abajo paró un taxi. Se subió de un salto y dio la dirección de nuestro hotel - ¡Rápido y le doy el doble de lo que valga la carrera! - ¡Hecho! (gritó el taxista. Y a punto estuvo de dejarnos, a la abuela y a mi, en tierra)

Por la noche, el telediario local abrió con ésta noticia: - ¡Ha desaparecido el Torico! ¡¡¡Nos lo han robado!!!

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