jueves, 22 de junio de 2023

Las barreras van cayendo...

El concierto de pitos que llegaba desde la calle me anunció la llegada del rolls royce de los abuelitos. 

Geoooorge pasó, directamente, de la calle a la cocina donde dejó una cesta llena de cosas ricas para hacer una paella de mariscos, y luego preparó té que la abuela y yo aderezamos con un chorro de chinchón.

Instaladas en la salita, la sirena salió del bolsillo de mi delantal, donde estaba escondida a los ojos del mayordomo inglés, para encontrarse con su amiga del alma: la abuela que, por supuesto, compartió su té con ella.

- "Nena, creo que mi suegra está más allá que acá. Fíjate que me ha pedido permiso para encontrarse, como hombre y mujer, ¡con mi ex, que lleva la tira de años criando malvas!" -  Le habrás dicho que sí... ¿verdad? - "¿Estás tonta? ¡Pues claro que no!. Mi ex no existe. No veas el berrinche que ha cogido. No paraba de llorar"

- Y si tu ex marido existiera, ¿le darías permiso? - "¡Todo el del mundo! ¡como si se lo quiere comer con patatas!" - Hale, pues ¡ya está! (dije al ánima de mi primer abuelito que me miraba, mohíno, subido a la barra de la cortina de la ventana) ¡Ancha es Castilla!

De repente el nuevo sudario de seda amarilla como el oro, se llenó de alegres cascabeles que llenaron el aire de felicidad... aunque de todo esto la abuela no se enteró.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Huele a paella de mariscos! (gritó la Cotilla entrando en tromba en el comedor, sin apenas darnos tiempo a esconder a Pascualita)

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