viernes, 2 de junio de 2023

Vamos a ver si Teruel existe.

 El cielo se oscureció después de haber lucido el sol toda la mañana, algo que dio pie al árbol de la calle para cantar a pleno pulmón, Las Mañanitas... ¿Nunca se queda ronco un árbol?

Sé que Pascualita lo admira porque come cosas variadas y ricas en minerales, hierro y no sé cuantas cosas más, sin embargo la sirena come el mismo menú todos los días desde que está en casa: comida para peces y tortugas. Podría darle un chuletón de vez en cuando pero, además de desequilibrar mi presupuesto ¿quién me dice que un día me tome a mi por chuletón y tengamos un disgusto?

Iba a salir al balcón cuando la Cristalera se abrió de repente. La cara interna y la externa estaban en plena discusión: - ¡No hay quien aguante al jodío del árbol y tu cerrada a cal y canto! - Que culpa tengo yo de que me tocara estar en el interior... - ¡Algo le prometerías a los cristaleros cuando nos instalaron! - ¡Malpensada! - He dado en el clavo ¿a qué sí? ¡Te conozco, bacalao, aunque vayas disfrazao!

Un violento y súbito vendaval agitó la copa del árbol mientras la casa se lleno de hojas arrancadas que, revoloteando alocadas, buscaban un refugio donde esconderse. Poco después salió el sol y todo quedó en agua de borrajas.

En el agua de la pila de lavar del comedor flotaba un papel al que la sirena no prestaba ninguna atención. Fue el ánima de mi primer abuelito quien dijo: - ¡Cógelo, nena!

Era un billete de avión sin usar.

- ¡Nos vamos! - gritó eufórico mientras daba vueltas al rededor de la lámpara del techo luciendo un sudario con alas de seda roja que le quedaba como un guante. - ¿A dónde? - ¡¡¡A TERUEL!!!


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