miércoles, 21 de junio de 2023

¡OH, NO!

Pascualita ha identificado "abanico enorme" con "salir volando" y en cuanto ve que lo cojo se zambulle rápidamente, hasta el fondo de la pila de lavar, para encerrarse en el barco hundido.

También los comensales de la Santa Cena se han dado cuenta de que algo tiene que ver el abanico con el vendaval. 

El árbol de la calle, en cuanto me ve con él en los brazos, cierra su enorme boca de madera a cal y canto. - No quiero quedarme afónico y perder mi ¿hermosa? voz. (me dijo)

De repente apareció mi primer abuelito columpiándose en la lámpara del comedor como Pinito del Oro en su trapecio. - ¿Se puede saber qué haces? (pregunté) - Ponerme en forma para lo que tiene que venir, nena. Mira mi nuevo sudario ¡rojo como mi sangre! - ¿Perdón? - Vaaaale. No tengo sangre pero la noto como hierve por mi amor verdadero ¡Ardo en deseo de cumplir con ella! -  ¿Con la abuela...? - No, mujer. No ¡¡¡CON LA MOMIA!!!

Ojiplática quedé. - Pero si ya ha pasado de los ciento veinte años... - ¡Lo que importa es el amor, no la edad! (el abuelito estaba lanzado) 

Una idea iluminó mi mente: Pascualita y el abuelito se estaban convirtiendo en almas gemelas. El tiempo y las circunstancias de su estado actúal los hermanaban. Al pasar de persona a un ser espiritual él, y personaje imposible ella, se igualaban y ambos, cada uno en su momento, tenía EL CELO como un perrito cualquiera... ¡Solo me faltaba esto!

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