viernes, 23 de octubre de 2015

Calcetines solitarios.

Estoy harta de que me desaparezcan calcetines. ¿Se los traga la lavadora? ¿Por qué solo a uno? ¿Los calcetines también se divorcian? ¿Hay una secta de gnomos tullidos con un solo pie que los roba con la lavadora en marcha? ¿Hay un por qué para que se lleven un determinado calcetín dejando al otro huérfano? ¿Existen las brujas? ¿Santa Claus los "recolecta" para llenarlos de chuches en Navidad? ¡¡¡¿No podría pedirlos educadamente?!!! ¿Por qué no se pierde el usado y en cambio, desaparece el nuevo? ¿La bruja que se los lleva está de antojos?

¡Tengo un cajón lleno de calcetines!:  huérfanos, viudos, divorciados, abandonados, repudiados, solitarios que no levantan cabeza. Sin su pareja no son admitidos en los círculos sociales. Un calcetín solo está mal visto.

Junto con Pascualita miramos el desolado mundo de los calcetines amargados. Nadie los quiere porque, en seguida, surge la pregunta capciosa: ¿Qué hizo para que su pareja le abandonara? Y ellos, avergonzados tal vez, no dicen ésta boca es mía. Igualitos que Roberto, el antiguo Pepe.

En tiempo de crisis no puedo tirar a estos solitarios. Y me entretengo emparejándolos con otros muy parecidos pero no encajan. Los pies reniegan de ellos. Claro que los pies se han vuelto muy señoritos desde que ya no apestan como antes, cuando la gente se bañaba los sábados y pare usted de contar. Ahora hay que mimarlos, ducharlos cada día, ponerles cremita para que estén suaves como culitos de bebés. Esfoliando las pieles muertas, limando las uñas a las que nunca se las deja que vistan de luto con aquel feo borde negro.

Esto pies, mimados, quieren calcetines conjuntados, no cualquier cosa. Y si se enfadan son peligrosos. Hacen uñeros, padrastros, ampollas, cortes en las durezas del talón, callos y demás armas de destrucción masiva. Eso le pasó una vez a la abuela, recién casada, cuando aún no había asumido que su marido era un hombre rico y usó calcetines desparejados de Andresito una tarde que tenía frío. Al día siguiente no pudo ponerse sus preciosos estilettos de charol rojo. Pero aprendió la lección y en cuanto una pareja sale de la lavadora sola, lo tira a la basura. Al principio les lloraba un poco porque comprendía que era una injusticia lo que le hacía al "viudo" pero acabó endureciendo el corazón y ahora forma una bola y lo lanza al cubo. Si encesta a la primera no había quién la aguante. - "¡¡¡Oé, oé, oé, oé. Campeonaaaaaaa!!!"

La Cotilla hace pares entre los parecidos y los vende a veinte céntimos cada calcetín. - ¿No se le ha quejado nadie? - ¡Qué va! Los que estamos día y noche en la calle, tenemos la piel dura como el cuero... Le preguntaré a tu abuela si tiene algunos.

La abuela, como si supiéramos que hablábamos de ella, llamó. Estaba nerviosa... un poco asustada, tal vez. - "¡Nena. Los calcetines desparejados están en mi casa! - ¿No los tirabas? - Siiiii. Pero salieron del cubo y se escondieron en un cajón de la cómoda de la Momia... ¿Esto querrá decir algo?" - ¿El qué? - "Lo que te acabo de contar" - Pues, si... - "¿Qué?... ¿Algo malo?... ¿Un mal de ojo?... ¿Querrán vengarse de mi?" - Bueno... es una posibilidad que no hay que descartar. - "¡Ay, no me digas estas cosas!" - (¡Vaya! que novedad. La abuela se ha vuelto supersticiosa) - Yo que tú, haría testamento ya. Por lo que pueda pasarte... Si me legas laTorre del Paseo Marítimo, tal vez pueda ayudarte... - "¡Lo haré, lo haré!... Espera un momento que está aquí tu bisabuelastra... ¿Ah, sí?... ¿Seguro? ... ¡No te preocupes, mujer. Ya lo arreglo yo... ¿Jugamos un parchís? ... Nena ¿está la Cotilla contigo?... Pásamela" -

Las dos amigas hablaron un rato. Después, en la salita, la vecina me dijo que me sentara y me dio  tal pescozón que batí palmas con las orejas. - ¡Aaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyy! Cotilla ¿está loca? - Son órdenes de tu abuela... No hay ningún misterio en su casa. La Momia es quien recoge los calcetines abandonados en la basura. Se lo acaba de decir... Ah, y la Torre del Paseo Marítimo, será para mi.
  

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