viernes, 2 de octubre de 2015

El señor Li no recuerda nada.

He pasado por delante de la tienda del señor Li en el momento en que llegaba una ambulancia con su momia dentro. No pensé que saliera tan pronto del hospital. No me he acercado por si me reconoció cuando Pascualita le atacó. Y como he visto películas de chinos donde torturan a sus enemigos clavándoles palillos entre las uñas... ¡Uf! solo de pensar que me hagan una cosa así, se me ponen los pelos de punta.

Pero tenía que salir de dudas. Quiero pasear tranquila por mi ciudad. Por eso he recurrido a la abuela, para que indague si me vio o no. En caso de que sea sí, no pisaré más la calle de su tienda.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! He visto a tu abuela entrando en la tienda de los chinos y he ido con ella. - No se habrá ido de la lengua ¿verdad, Cotilla? - ¿A qué te refieres? ¿A contarle al señor Li que lo tiraste por el balcón... Pues... de momento, no pero todo tiene un precio. - ¿Va a hacerme chantaje? - Claro, alma cándida. Es ley de la oferta y la demanda: yo tengo algo que tu quieres que no se sepa y yo quiero algo a cambio para no soltarlo" - Esto es una cosa muy fea. - Todo es relativo. Aunque me parece más feo tirar a una persona por el balcón... ¿Qué, aceptas el trato? - ¿Qué trato? No pienso matar a nadie. - No seas dramática... Quiero poner un altar en la salita. - ¡Que cansina es usted! - Y el día que me muera quiero que pongan mi foto en la Pared de los Finados de El Funeral. - Ahí no puedo hacer nada. No soy socia. - ¡Mira, he "encontrado" un móvil que tiene la sintonía de Paquito Chocolatero... - En eso tiene la exclusiva Conchi... ¿Dónde lo ha encontrado? - Estaba en la sacristía de una iglesia a la que voy a "limpiar" - ¡Del cura! Se irá de cabeza al infierno. - Ya no hay, lo dijo el Papa. -  Ya no se respeta nada.

La Cotilla salió a buscar lo necesario para montar el altar. La abuela trajo buenas noticias. - "El señor Li no recuerda haberse caído del balcón, ni sabe que fuiste al hospital. Solo recuerda una pesadilla aterradora: Que una gamba gorda le mordió en los labios y por poco se los arranca. Dice que no quiere volver a ver una gamba, ni gorda ni flaca, en su vida"

Nos sentamos en la cocina a merendar. - Sobre la mesa encontramos a Pascualita y a Roberto (el antiguo Pepe) acaramelados. La sirena le daba su pienso a la cabeza. Intentó que comiera por las buenas pero aquella boca cosida no se abría y ella estaba perdiendo la paciencia. La abuela suspiró: - "Pronto se hará justicia y mi primer marido será historia" - ¿A qué te refieres, abuela?

Pascualita, harta de tanto desprecio por parte de su amigo, le saltó a la nariz y de un tirón, la dejó chata como a la Gran Esfinge - ¡Nooooooo! (grité, horrorizada) ¡Abuelitooooo, no dejes que te coma ésta salvaje! ¡Abuela, haz algo! - "¡Deja en paz a Pascualita, que no hace nada malo!"

Tuve que recurrir al chinchón para que la sirena cambiara un chupito por el jivarizado.

Lloraba a mares cuando la Cotilla volvió a casa. - ¿Qué le pasa a ésta? - preguntó a la abuela - "Que no es más tonta porque no se entrena"

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