jueves, 29 de marzo de 2018

¡Nos fugamos!

Pasé tanto  miedo pensando que pudieran encontrar a Pascualita entre mis ropas que me comporté como una energúmena, dando gritos a diestro y siniestro: - ¡¡¡No me desnudéis, por favooooooor!!! ¡¡¡No llevo nada encima que os intereseeeeeeeee!!! ¡¡¡Nooooo, no me toquéissssss!!! ...

Así estuve unas cuantas horas hasta que me quedé sin voz. Me extrañó que no me hicieran caso.  Después me enteré que Bedulio había advertido a sus compañeros sobre mí y luego les había repartido tapones para los oídos. - Hagamos como Hércules cuando su barco cruzó el mar donde estaban las sirenas y no nos pasará nada. Aquellos marinos también se taparon las orejas.Por eso no oyeron los cantos de sirenas y no fueron devorados.

Ni me desnudaron, ni me cachearon, ni me tocaron... Debo reconocer que me dio coraje que siguieran mis protestas tan al pie de la letra.

Lo malo fue que había gente poniendo denuncias en el cuartel de los municipales y oyeron mis voces. Como un solo hombre todos y todas, cogieron sus móviles y mandaron, urbi et orbe, la noticia del suplicio que estaba recibiendo una mujer en una comisaría de Palma.

¡Se armó el belém! Hasta caballeros andantes, a bordo de sus coches, se presentaron para luchar contra "el dragón" que me raptó y de volverme al Castillo de mi padre, el de Bellver, naturalmente. Aquel lugar se convirtió en un caos cuando llegaron las cámaras de televisión. Las procesiones pasaron a un segundo plano porque, todo el afán de la prensa era saber quién me había torturado, quién había dirigido el tormento. Era tal el guirigay que nadie se hacía escuchar.

Harta de estar encerrada en un bolsillo, Pascualita saltó al suelo de la celda, luego se alejó reptando fuera de mi vista. Reanudé los gritos, esta vez plagados de gallos - ¡¡¡PASCUALITAAAAAAAAA, VEN AQUÍ, DESGRACIADA!!! ¡¡¡¿NO VES QUE TE VAN A MATAR?" ¡¡¡VUELVEEEEEEEE!!!

La voz de Bedulio se alzó sobre las demás: - ¡Mirad, un bicho asqueroso! - ¿Será lo que buscamos? (preguntó un compañero) - El Municipal, sabiendo que era él la máxima autoridad en aquellos momentos, dijo: - ¡Lo cogeré yo! - Y se llevó tal  mordisco de la fiera corrupia que se quedó sin respiración. Al ver como la mano de Bedulio crecía y crecía y crecía... a marchas forzadas, fueron muchos los que salieron a toda pastilla del cuartel. Me quedé sola con la sirena. Ella fue quien me acercó el manojo de llaves que se le había caído al carcelero.

Al llegar a casa, Pascualita y yo brindamos varias veces con chinchón para celebrar nuestra fuga.

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