martes, 20 de marzo de 2018

¡Son cerdos!

Gracias a la manía del pastoreo de Pascualita no me ha quedado más remedio que ir a comprar más algas para rellenar el fondo del acuario. Esas gambas gordas comen como una lima nueva.

Lo he comentado con la abuela. - Mira lo que me han costado las algas ¡Me debes la mitad!  - "Yo no he comido ninguna" - No te hagas la tonta. ¿No querrás que pague yo los gastos de los caprichos de tu amiga? - "Vive en tu casa. Te hace compañía. Disfrutas de sus gracias..." - ¿Gracias?... ¿Qué gracias? - " (La abuela me razonó)Tienes tan poca sensibilidad que eres incapaz de ver que eres una privilegiada por tener en tu casa a la única sirena que existe en el mundo... Por cierto, tenemos que cruzarla enseguida porque se le pase el arroz como a ti, boba de Coria"

- Creo que ésta se dejó a su pareja en el Arca de Noe cuando salió de allí después del Diluvio Universal (repliqué) y desde entonces, ni tiene pareja, ni ha tenido ni se la espera" - "Como siempre, eres la alegría de la huerta. Porque tú seas una sosaina no tiene que serlo todo el mundo, Pascualita incluída... A ver si se chifla de una de éstas gambas que sea macho y celebraremos, por todo lo alto, la continuídad de la especie" - Mira que te gustan los cuentos chinos, abuela.

Hablábamos junto al acuario mientras la sirena dormía una de sus siestas, flotando entre dos aguas. Abrió los ojos y nos miró fijamente. - "Mira si es lista que sabe que hablamos de ella" (la abuela estaba orgullosa.) - No puede saberlo. Es un pez. - "Te equivocas en redondo. Es una chica, boba de Coria." - ¡No es ni chicha ni limoná!

Pascualita volvió a su tarea de éstos días: apacentar el "rebaño" de gambas gordas que entró en el bosque de algas y en cinco minutos acabaron con él.

Estábamos asombradas. - ¿Podemos considerar a estas gambas como vacas en el fondo del mar? - Seguimos mirando y, de repente, una de las gambas más gordas desapareció como por arte de magia. - Pero... pero... ¿qué ha pasado? - "Ha sido un visto y no visto" - Un rato después desapareció otra gamba.

La abuela sacó su móvil he hizo un montón de fotos. En esas estaba cuando desapareció una nueva gamba. Luego nos sentamos a la mesa de la cocina y estuvimos mirando detenidamente las fotografías... Las repasamos varias veces por si se nos había pasado algún detalle por alto... ¡Y lo encontramos! ¡Vimos a Pascualita desencajando su diminuta mandíbula, absorber y tragarse una de las gambas más gordas, en un santiamén.

Se nos pusieron los vellos de punta. La sirena cebaba a las gambas gordas ¡para comerlas! ¡¡¡Estábamos criando un monstruo sin saberlo!!!

Tuvimos que beber unos cuantos tragos de chinchón antes de poder asimilarlo. Horas después comprendimos que habíamos errado al considerar a las gambas gordas como vacas porque comían vegetales. Pero no era así: ¡Eran cerdos vegetarianos! Entonces llegó la decepción: ¡ya no habría pequeñas sirenitas y sirenitos ni continuidad de la especie que valga!

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