sábado, 18 de mayo de 2024

Cantos de sirena.

Dura poco la alegría en casa del pobre, dicen y es cierto porque los rompesiestas han atacado de nuevo. Pero la experiencia es un grado y ahora, en lugar de Pepe el jibarizado, quien contesta a esos impertinentes es el árbol de la calle. 

Pongo el teléfono en su copa y cuando preguntan por José (como si Pepe y José no fuera lo mismo), la bocaza de madera del árbol se abre para cantar, a voz en grito, cualquier canción que se le ocurra. Desde Que se mueran los feos a Francisco alegre y olé porque ya tiene una edad y se sabe todo el repertorio de doña Concha Piquer. 

Nos hemos dado cuenta de que ésto exaspera a los Rompesiestas, lo cual nos alegra a tod@s, por eso, al acabar de cantar, aplaudimos como si se tratara de Plácido Domingo. 

El otro día, el árbol de la calle estaba afónico y Pascualita se ofreció voluntaria para suplirlo. ¡La que se lió en un momento! La voz de la sirena, una vez más, atrajo a los hombres hacia ella. De las entradas de las fincas salían los vecinos a la calle y, en fila india, llegaron ante nuestra entrada. En pocos momentos la entrada, la escalera y el descansillo de la escalera se llenaron de hombres de todas las edades y condición.

Y mientras Pascualita cantaba y cantaba, la escoba paró un momento en su trajín barrendero contra las bolas de polvo y la fregona gritó: - ¡Nena, nunca tendrás tantos hombres a tu al rededor ¡¡¡Aprovecha y que te hagan al dichoso bisnieto de tu abuela de una vez!!!

Ay... aquello me puso nerviosa ¡No estaba preparada para ello porque me cogió a contrapelo! ¡No me lo esperaba! Ay, ay, ¡que nervioooooooossss! ¡Además, no sé si la abuela lo quiere rubio, moreno o a rayas...! - ¡Que original! (se entusiasmó la Cristalera) Los comensales de la Santa Cena estaban escandalizados: - Pensábamos que queríais un niño, no una cebra... - Mientras sea bisnieto ¿Qué más da?

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