sábado, 11 de mayo de 2024

LO QUE HACE LA ENVIDIA COCHINA

Hemos pasado unos días tranquilos, salvo por alguna rabieta de Pascualita porque la pobre es, cada día, más chinche. Ahora la tiene contra los comensales de la Santa Cena - ¡Quiére probarlos! - según la traducción que hizo mi primer abuelito de una de las conversaciones que tuvieron ambos.

- ¿Cómo que quiere probarlos? ¿en qué sentido? (pregunté) - En el del gusto... ¡que se los quiere comer, nena! - Pero si tiene su pienso para peces más las sobras de las comidas...- Sí, pero comer siempre lo mismo, cansa. - El menú es variado... - Variadísimo: pienso, fabada asturiana de bote y albóndigas con tomate de bote. 

- O sea, que está quejosa la señorita ¡Desagradecida! A saber lo que comía en su hábitad natural. Bajo el mar, en la más absoluta oscuridad. Seguro que comía variado todos los días ¡JA! Que si langosta, que si calamarines, que si ostras ... ¡Una porra! ¡Porquería, morralla! Lo que encontrara tanteando la oscuridad. ¡Puag, que asco! Y ahora quiere comerse a esos pobres que cenan una vez al año y estarán amojamados, todo hay que decirlo. ¡Ni paladar tiene la medio sardina de las esa!

Ojiplático estaba mi primer abuelito ante mi arranque de furia. - Nunca te había visto así, nena ¿Qué te pasa? 

Mi barbilla empezó a temblar y los primeros pucheros no se hicieron esperar, después todo se transformó en un torrente imparable, una fuerza de la Naturales que brotaba de mis ojos y desagüaba balcón abajo inundando el alcorque del árbol de la calle, cuyas raíces celebraron con gritos la llegada de agua fresquita después de un día caluroso. Y mi boca, envidiosa, habló: 

- Que me gustaría que un futuro padre del bisnieto me dijera: ¡¡¡QUIERO PROBARTE!!!

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