La abuela y la Cotilla no parecen haber tenido mucho éxito con el tío bueno del gimnasio. Tan pesada se pusieron que el pobre no tuvo más remedio que presentarles a su novio. Llegaron a casa alicaídas porque se habían echo ilusiones: - Nuestro gozo en un pozo. (las escuché decir)
Como les dura tan poco un enfado, a pesar de empezar como el estallido de una bomba atómica, salieron a comer por ahí con la risa puesta que, al fin y al cabo ¡hay que vivir que son dos días!
El rolls royce se convirtió, de momento, en camerino lujoso para descansar, retocarse el maquillaje y oficina de ideas y planes de futuro. Geooooorge estaba frenético: - Mi no aguantar este trajín.
Cuando algunos vecinos vieron el coche aparcado frente a una iglesia pensaron que "esa extraña familia" se arrepentía de todo: molestias a los vecinos, molestias a los vecinos, molestias a los vecinos, etc. etc. etc... Solo quien las vio salir de allí cargadas de velas, velitas y velones, supo que todo seguía igual.
De vuelta a casa, la Cotilla montó un espectacular altar para los futuros éxitos amorosos de ambas. Como todo era futurible y por lo tanto no tenían fotos de nadie, pusieron en el altar las de algunos Amigos de lo Ajeno que siguen a lo suyo.
Con todas las velas encendidas, la alegría en el cuerpo y la risa cascabeleando en los labios, las amigas se hincharon de hacerse selfis poniendo morritos como si fuesen quinceañeras y brindando con chinchón. - ¡Pues claro que tenemos quince años, boba de Coria y muchos más... - ¿Cuántos más? (pregunté) - ¡HASTA EL INFINITO Y MAS ALLAAAAAAAAA!
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