viernes, 24 de mayo de 2024

¡Cuanta gente!

Cuando aún no habían puesto las calles de Palma en su sitio llamó la abuela en plan ordeno y mando: - "¡Tráeme a Pascualita ipso facto, nena... cof, cof ... ay...!" - Llama más tarde que humm... estoy dormi... da...

El berrido, aunque entrecortado, que salió del teléfono se instaló en el cerebro y ahí sigue dando la lata. - "¡¡¡Trae a ... cof, cof, cof... Pascualita... ay, ay.... pero YA!!!" 

A los pies de la cama, me cuadré e hice el saludo militar mejor que en la tele. El asma de la abuela atacaba con fuerza y, como siempre, buscaba ayuda en su entrañable amiga la sirena. Le tenía tanta fe que era imposible razonar con ella. 

¿Había tenido en cuenta el mal despertar de la media sardina cuando está en lo más profundo del sueño? ¡Que va! El bicho tiraba dentelladas a troche y moche y mi trabajo me  costó cogerla sin ser mordida.

Poco a poco Palma despertaba cuando pasé cerca de la Catedral. En la Torre del Paseo Marítimo no dormía nadie. Cerré la puerta del cuarto para que, ni Andresito ni Geooooorge, vieran a Pascualita

Era mediodía cuando intenté llegar a casa pero fue imposible ¡Palma había sido invadida por turistas que se mimetizaban contra las paredes góticas del Palacio de los antiguos Reyes de Mallorca, para que pareciera que había muchos menos.

Desde lejos divisé el árbol de la calle y le grité: ¡Tirame unas aceitunas y una caña que estoy canina! 

Las aceitunas las recibí, via aérea, en una demostración de la fuerza de sus ramas. Fue un tiro perfecto... Otra cosa fue la caña porque, el muy borrico, lo tomó textualmente y me tiró una caña... de azúcar que no me taladró porque el tiro le salió muy desviado, cayendo en un grupo de turista arremolinados a los pies de los guías. Con disimulo vi que había diez turistas ensartados. Todo un récord.

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