miércoles, 1 de mayo de 2024

Azúcar glas.

He encontrado a Pascualita intentando abrir la Cristalera con sus pequeñas manitas palmeadas. Ver a la  medio sardina en ese trance, en lugar de ternura, me ha echo reír ¿Cómo pensaba, semejante bicho, abrir una puerta enorme para ella que solo levanta medio palmo del suelo? 

Se me saltaban las lágrimas de tanto reír. La cara de Pascualita expresó, primero, alivio ¿pensaba que iba a ayudarla? ¡JA! Después  asombro ante mi inmovilidad. Por último frunció el ceño mientras sacaba a pasear su terrible dentadura de tiburón.

Tuve el tiempo justo para salir por pies para evitar la dentellada pero no logré librarme de su saliva venenosa. - ¡La madre que te parió! (grité mientras la oreja derecha crecía y crecía sin saber cuando acabaría esa metamorfosis, porque me había dado de lleno)

Para evitar males mayores, la Cristalera se abrió de par en par mientras intentaba no mirarme porque le daba la risa tonta al ver mi orejón. La sirena salió al balcón donde un vendaval furioso amenazó con llevársela al punto más alejado del globo terráqueo. ¡BIEN! (dije para mis adentros) Pero el vendaval, que no era tonto, se dio cuenta y amainó ipso facto su fuerza. Luego, arremolinándose junto al orejón, me dijo: - Quien quiera peces, que se moje el culo. - Y partió en busca de más arena del desierto para espolvorearla sobre nuestras calles como si fuera azúcar glas.

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